La fotógrafa ecuatoriana Paola Paredes, conocida por representar en sus obras la realidad de muchos homosexuales, quiso recrear las terribles vivencias de estos centros en donde las “prácticas” no son dirigidas por psicólogos o psiquiatras, las terapias “cristianas” consisten en todo tipo de violencia, acoso y discriminación.
El costo de estos centros puede llegar hasta 500 mil pesos al mes. La artista en su proyecto “Hasta que cambies” afirma que aunque la legislación ecuatoriana lo prohíba, la mayoría de estos centros continúan abiertos clandestinamente como centros de tratamientos para alcohólicos y drogadictos.
En las fotografías, la artista realiza un viaje visual por las distintas torturas que viven los pacientes transexuales y lesbianas, las que comienzan cuando son encerradas contra su voluntad. Para dar con esta información, Paola logró conocer a una de las víctimas quien le contó cómo funcionan estos lugares (puesto que está prohibido grabar dentro).
“Durante seis meses entrevisté a una de las víctimas, una mujer que había estado encerrada en una de estas clínicas, con el tiempo, reuní testimonios eventuales de otras mujeres”.
A continuación algunas imagenes de la colección «Hasta que cambies» con testimonios de las personas entrevistadas por Paola Paredes:
“A las 6 de la mañana, a las jóvenes se les dice que se alineen, tres a la vez, para entrar al baño. Si no responden con orden y obediencia, se les amenaza con severa disciplina y su mal comportamiento se registra en el cuaderno de anomalías”.
“Ella está sola por un máximo de siete minutos, un mínimo de cuatro, para su ducha. Lo que siguen son, horas de música católica, estudio estricto del libro de Alcohólicos Anónimos y terapia para su “desorden” de homosexualidad”.
“Las internas entran en el comedor en línea. Dicen ‘buen provecho’, comen su almuerzo en silencio y dicen gracias. Tienen que permanecer en silencio. En sus platos es atún y arroz, pan o sopa de fideos aguado”.
“Entre comidas, la puerta del refrigerador permanece con candado. En ciertas ocasiones, los residentes pueden solicitar que los padres les lleven cierto tipo de comidas. Pero de lo contrario la refrigeradora permanece cerrada todo el tiempo”.
“Durante el fin de semana a las internas se les permite ver una película mientras comen una galleta o un trozo de chocolate. Es el único momento de placer que tienen cada semana cuando las demandas de la rutina semanal afectan emocionalmente a las chicas”.
“Algunas de las jóvenes han relatado que fueron violadas por varios empleados varones como parte de los programas de tratamiento para curar la homosexualidad. Otros aún tienen vagos recuerdos que sugieren que fueron agredidos sexualmente, tras haber sido drogados”.