«Making space: women artists and postwar abstraction» contiene un centenar de obras de cincuenta artistas internacionales entre las décadas de los 50 y los 60, centrales para el movimiento abstracto. El trauma, la migración y la reconstrucción que marcaron la posguerra fueron detonantes creativos para un gran número de mujeres artistas que, si bien lo tuvieron difícil para destacar en un mundo masculino, tienen ahora su espacio propio en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.
No es un secreto que muchas artistas de la época no eran valoradas como tal, sólo por el hecho de ser mujer, tal era el caso de Lee Krasner casada además con un artista. Krasner durante toda su carrera luchó contra la idea de que los fuertes gestos del expresionismo abstracto eran una «heroicidad» de los hombres y sólo tras la muerte de su marido, Jackson Pollock, consiguió hacerse con un nombre propio.
En «Gaea» (1966) se aprecia cómo Krasner utilizó su cuerpo, su fuerza, para expresarse a través de incisivos brochazos de pintura en tonos rosados, blancos y oscuros. «Quiero que el lienzo respire y esté vivo», explicaba la artista en aquel momento.
Las mujeres que protagonizan la muestra encontraron medios de expresión en los gestos existencialistas, el orden racional de la geometría y el potencial disruptivo de materiales como la tela, pasando por la fotografía o el papel.Entre los trabajos que atrapan la mirada está «Current» (Bridget Riley, 1964), una vibrante composición de líneas sinuosas en blanco y negro que participó en «The responsive eye», una exhibición del MoMa que ayudó a definir el estilo ‘op art’ en 1965.
Junto a otras obras destacadas de la abstracción geométrica, como las de la uruguaya María Freire o las venezolanas Gego y Elsa Gramcko, están expuestas algunas de las 40 obras adquiridas recientemente por el MoMA.
Por su parte, el MoMa estará exhibiendo obras como las de Anni Albers, de la que se exponen varios separadores de habitación tejidos con materiales poco convencionales, como celofán o crin de caballo, y que bebe de la Bauhaus de Alemania, donde dirigió un taller de telas hasta que los nazis lo cerraron en 1933. El tejido estructurado «Yellow Abakan» (1967-1968), de la polaca Magdalena Abakanowicz, roba la atención de una de las salas por sus imponentes tres metros de altura y el aspecto inquietante que le otorgan el color ocre de las fibras y su áspera textura.Las comisarias señalaron que todas las obras, desde las recién adquiridas hasta las de los años 50 y 60, forman parte de la colección del MoMA, que tiene el objetivo de ampliar la representación de las mujeres artistas en el museo y en 2010 publicó un libro en torno a su legado.