El Huffington Post ha publicado un listado con obras y creadoras afroamericanas indispensables en la historia del arte estadounidense. De la mano de los museos que albergan las obras, el medio ha realizado un ejercicio de memoria, respeto y reconocimiento a las grandes artistas visuales negras del país, que Arte Al Límite ha querido reproducir una selección para la comunidad de artistas y amantes del arte en América Latina.
Febrero ha sido el mes de la Historia Negra en Estados Unidos. Comenzó con un potente discurso por parte de Google, que desde el primer día publicó un doodle (encabezado de la marca) que rindió homenaje a Edmonia Lewis, primera escultora afroamericana en alcanzar reconocimiento. Sorteando las terribles dificultades de una época en que la esclavitud recién era abolida en Estados Unidos, Lewis dedicó su vida por completo al arte, alcanzando la fama y asentándose en Roma hasta sus últimos días.
A raíz de la historia de Edmonia, un artículo de la redactora Priscilla Frank -para la sección cultural del portal The Huffington Post- rescató las principales obras de artistas afroamericanas que se exponen actualmente en diferentes museos y galerías del país del norte. «Este merecido homenaje a Lewis nos hizo pensar en las otras artistas mujeres negras, cuyas contribuciones a la historia del arte se han pasado por alto o se han infravalorado», expuso Frank sobre la invisibilidad a la que se ha sometido la obra e historia de las creadoras negras a través de la historia que, al igual que Edmonia, sortearon los obstáculos del racismo y la desigualdad de género.
Laura Wheeler Waring (1877-1948)
Nacida en Connecticut, hija de un pastor y una maestra, se interesó en el arte desde la niñez y en 1914 (a los 37 años) viajó a París para visitar el Louvre y estudiar a los maestros clásicos, especialmente a Claude Monet. A su regreso, a raíz de la Primera Guerra Mundial, Laura pasó a dirigir los departamentos de arte y música en la Escuela de Formación para Profesores Cheyney (actual Universidad de Cheyney). Aunque trabajó en paisajes y naturalezas muertas, fueron sus pinturas las que alcanzaron real fama, representando a consumados estadounidenses negros con dignidad y fortaleza. De hecho, su serie más conocida lleva por título «Retratos de destacados ciudadanos americanos de origen Negro» (1944).
Nancy Elizabeth Prophet (1890-1960)
La artista fue criada en Rhode Island por una madre afroamericana y un padre nativo-americano. Asistió a la prestigiosa Escuela de Diseño de Rhode Island, donde estudió pintura y dibujo, especializándose en retrato, mientras trabajaba como ama de llaves para pagar la matrícula. Se mudó a Paris en 1922, en parte frustrada por el racismo desenfrenado en la escena artística estadounidense. A pesar de su estancamiento creativo, logró revitalizarse con el cambio de escenario y comenzó a crear retratos escultóricos de materiales como la madera, el mármol, el bronce, el yeso y la arcilla. De regreso a su país se instaló en Rhode Island, donde la producción de su obra se desaceleró dramáticamente. Aunque las colecciones de esta son escasas en Estados Unidos, parte de su legado está presente en la colección permanente de The Whitney Museum en la ciudad de Nueva York.
Loïs Mailou Jones (1905-1998)
Nacida en Boston, su amplia carrera de 70 años en el arte abarcó Estados Unidos, Europa y África. Su estilo ecléctico cambió con el tiempo, inspirándose en las máscaras africanas, los paisajes impresionistas franceses y los brillantes patrones haitianos. Fue una activa miembro del «Renacimiento de Harlem» (renacer del arte negro en la comunidad de afrodescendientes), utilizando imágenes vibrantes para aumentar la urgencia de sus obras políticamente cargadas, que trataban las alegrías y desafíos de la vida negra. Como sus pares de la época, debió sortear el racismo para ejercer su trabajo. De hecho, cuando comenzó a mostrar sus obras de arte, al parecer pidió a sus amigos blancos que presentaran sus obras a exposiciones, en un esfuerzo por ocultar su identidad negra. De acuerdo con el New York Times, ya había tenido ganado un premio que le fue quitado cuando los organizadores se enteraron de su raza. A pesar de no ser un nombre familiar para muchos estadounidenses, sus obras son albergadas actualmente por instituciones prestigiosas como instituciones como el Metropolitan Museum of Art y Boston Museum of Fne Arts.
Barbara Chase-Riboud (1939)
Nacida en Filadelfia, comenzó a instruirse en arte a temprana edad. Siendo estudiante en la Tyler School of Art, de la Universidad de Temple, vendió un grabado en madera al Museum of Modern Art (MoMa) de Nueva York. Años después, cuando se graduó de Yale como Master of Fine Arts (MFA), ya estaba exponiendo una escultura en el Instituto Carnegie Mellon. La artista es conocida por sus magnas esculturas realizadas en metal fundido y envueltas en madejas de seda y lana. «Me encanta la seda, y es uno de los materiales más fuertes del mundo y dura tanto como el bronce», expresó la artista. «No es un material débil frente a un material fuerte […] la transformación que ocurre en las estelas no es entre dos cosas desiguales sino dos cosas iguales que interactúan y se transforman», sentenció la también galardonada poeta y novelista, que actualmente vive entre París y Roma, y que ha sido conocida por su novela histórica de 1979, Sally Hemings, sobre la relación entre el ex presidente Thomas Jefferson y su esclava.
Senga Nengudi (1943)
Originaria de Chicago pero residente en Los Angeles, estudió arte y danza en la California State University, donde recibió slos grados de bachiller y MFA. En el entretanto, pasó un año estudiando en Tokio, donde se inspiró en la tradición minimalista japonesa, así como en los grupos artísticos de Gutai, movimiento japonés que experimentó con el happening. En los años 60 y 70, Nengudi fue una fuerza elemental en las escenas de arte negro radical y vanguardista de la escena de Nueva York y Los Ángeles. El más emblemático proyecto escénico de Nengudi, llamado «R.S.V.P.», ofrecía pantimedias como material central. Explorando la relación del objeto cotidiano con la piel, la constricción, la elasticidad y la feminidad, la artista estiró y deformó ropa interior para que se asemejara a las partes del cuerpo, entre la flacidez y los diagramas abstractos. Junto a colaboradores realizaba performance de danza improvisada para activar la significación de sus esculturas, a modo de ritual.