Ricardo Villegas es un artista colombiano que esculpe y funda metales, creando obras a partir de elementos que reinventa dentro de un oasis del bonsái en un taller de la materia.
A varios kilómetros de la ciudad de Bogotá, un espacio en calma se acomoda en los paisajes de la sabana colombiana. Se respira tranquilidad, fuera de los desórdenes urbanos en Colombia, donde un taller de arte se acomoda a corta distancia del Municipio de Tabio. Amoblada con pequeños árboles que cuentan historias y que guardan en sus ramas y raíces la permanencia de su especie, la labor del artista colombiano Ricardo Villegas –que realiza desde los doce años–, hace que los árboles que están a punto de morir dentro de la ciudad de Bogotá respiren nuevo aire, revivan y se restauren.
Ricardo Villegas lleva más de cuarenta años dedicado a la escultura, desde un oasis del bonsái en el que moldea y crea figuras en un taller de la materia. Creció dentro de talleres del arte. Su madre, la artista y escultora Lucia Tafúr, reconocida y pionera en la artesanía en Colombia, al igual que su padre, el artista consagrado Armando Villegas, referente colombiano de la pintura en Colombia, fueron quienes inspiraron al artista Armando Villegas a encaminarse en la escultura y el arte. “Cuando uno llega a la madurez, ya uno entiende y le da gracias a la vida y la fortuna de haber nacido en un taller familiar de artistas”, explica Villegas. En su niñez, su vida giraba entorno a la creación, la exploración hacia materiales y herramientas. Después, a los doce años, tuvo su primera exposición individual en la galería Living Art de Caracas, Venezuela, arrancando así su carrera y creación de obras propias.
Figuras metálicas y fragmentos de memoria
Introducirse a su taller es como observar las constelaciones que se crean en el cielo nocturno. Péndulos del tiempo forjados con trozos de barras metálicas con un aspecto añejo; murales con balas y remaches fundidos entre caminos y recintos que vienen de realidades violentas; herraduras estructuradas señalando la suerte de quienes se las cruza; troncos mitológicos con rostros de cera respondiendo a la incógnita de las raíces humanas. Este, un espacio dedicado a darle forma a esculturas recicladas, hechas de piezas metálicas y elementos que se tratan de algo más que simple chatarra. Piezas fundidas con elementos hechos de historias que tocan a nuestro país, la cotidianidad, actos conflictivos y violentos que se cruzan por la vida del artista y que a través de aquellas obras, es posible que reinvente la forma a través del calor y el fuego.
Y es que para el artista no hay nada más primordial en una obra que otorgar identidad, un alma, como si se tratara de un cuerpo que evoque sensaciones y sentimientos. En su taller cada obra tiene un contexto que construye en cada tornillo y/o pieza de metal que se confunde entre un azul oxidado y una forma que simplemente guía al espectador hacia un horizonte distinto.
¿Cuál experiencia tuvo gran valor dentro de su trayectoria como artista?
Mi viaje a España. Alguien me dice que en Madrid había una galería en la que había un taller de fundición y entré a trabajar allá. Fue una maravilla entrar a un taller de fundición de verdad que no era lo que yo había visto aquí en Colombia, allá había toda la tecnología, todos los materiales. Yo vivo en constante aprendizaje y en ese momento empecé a trabajar en el taller, cuando entré al taller habían viejos que eran unos magos para mí, unos artesanos extraordinarios. Allí empecé con un recogedor y una escoba, realmente me sentía realizado porque había logrado llegar al otro lado y solamente quería observar, para mi eso era mágico.
Empezaron a llegar a ese taller maestros muy importantes en el mundo del arte, me involucré con ellos, conocieron mi trabajo y fui a trabajar simultáneamente con otros artistas, otros maestros. Recorrí otros sitios de Europa conociendo a otros maestros del arte a los cuales yo ayudaba. Una época en donde no hice obra mía porque me dediqué a aprender y a conocer que era mi intención.
“El aprendizaje nunca se acaba y el futuro uno no lo conoce”
¿Qué suele tener en cuenta en el momento de crear las esculturas que funde en su taller?
En mi trabajo siempre vas a encontrar algunos elementos sin volverse demasiado violento, pero si se muestra las ojivas de las balas, las cadenas, te das cuenta que son rezagos de la situación por la que hemos pasado aquí de la violencia. Si no creas obras que hagan sentir a los demás algo, tú no estás haciendo nada. Algo simple se tiene que transmitir. Para mí es importante el arte testimonial, los artistas tenemos un compromiso con las situaciones que estamos viviendo en el país y a veces algunos no se comprometen con lo que está pasando. Hemos vivido una situación de violencia demasiado fuerte y muchos la pasan desapercibida.
¿Por qué es tan importante que la memoria sea validada en el arte colombiano?
La mentes tienen que empezar a ver las raíces de donde venimos, las influencias externas son demasiado fuertes, entonces entran obras que no tienen identidad propia y lo que yo siempre trato de conservar es que exista identidad. Ese trabajo primigenio que nos identifica tanto, la parte nuestra, las texturas que evocan nuestra tierra. Para mí es importante el arte testimonial, tenemos un compromiso con las situaciones que estamos viviendo en el país y es que a veces los artistas no se comprometen con lo que está pasando, en Colombia hemos vivido una situación de violencia demasiado fuerte y muchos la pasan desapercibida. A través de la historia los artistas que han vivido una primera guerra, una segunda guerra, dejan un testimonio de lo que ha sucedido. Yo creo que es un compromiso.
¿Por qué le interesa redescubrir elementos que encuentra en su cotidianidad?
En un momento de crisis arranqué con los murales. Yo estaba haciendo piezas metálicas con una cantidad de chatarras y un equipo de soldadura con los que empecé a hacer esculturas. Retomé todo, la reconfiguración de todos los elementos, porque para mí era importante todo lo que guardaba.
Todo tenía memoria, cuando yo me encontraba un tornillo por ejemplo, lo veía y lo analizaba pensando en que este objeto tenía historia. Un alicate, un pedazo de alcantarilla, una esfera, una maseta, un cincel gigante, todo eso tiene historia. Porque nada es nuevo. En dónde lo buscas, en donde lo encuentras… esos objetos llegan a mí y para mí, lo más importante, antes de que se pierda, era que lo fundan y se vuelva reciclaje. Es importante que quede en la memoria y vuelva otra vez a la gente que empieza a contemplar y a redescubrir.
¿Por qué es tan importante para usted la naturaleza?
Si la observamos, la naturaleza te enseña absolutamente todo. Creemos que nos estamos inventando todo, pero ya está ahí en la naturaleza. Es al revés, hay que aprender a observar.