Aunque hoy sus cuadros valen millones, Vincent Van Gogh vivió una vida en medio del anonimato y la pobreza. Tuvo relaciones con mujeres y amigos, como Paul Gauguin, que terminaron abruptamente y que mantuvieron al artista sumido en la depresión.
Los padres de Van Gogh lo tuvieron un año después de su hermano, llamado igual que él, quien nació muerto. El sentimiento de identidad y vació fue uno de los dramas constantes al que el pintor holandés se vio enfrentado. Sus autorretratos son su intento por encontrar una identidad que él sentía que no le pertenecía.
Trató de mantener una vida común trabajando en el mercado del arte bajo el mando de su hermano menor, pero su ánimo fluctuante lo llevó al fracaso en esta área. Más tarde, con el casamiento de Theo, Van Gogh sentiría una pérdida de la que no se podría recuperar. Cayó en la pobreza y soledad; en ocasiones llegó al extremo de la desnutrición y al autoflagelo. Apenas se alimentaba, en situaciones parecidas a la que muestra su obra Los comedores de patatas. El fantasma del alcoholismo y el uso crónico del tabaco siempre lo acompañó.
Vincent cometió suicidio a los 37 años, en 1890. Durante sus dos últimos años de vida es cuando su creatividad alcanzó el mayor genio. Para el artista, la pintura era un medio con el que liberaba energía y emoción. El uso violento de la pintura sobre capas gruesas expresan aquello. El movimiento presente en Noche Estrellada muestra el estado de su mente.
Sus estados de ánimo sugieren que padecía algún tipo de trastorno psiquiátrico/psicológico. Las fases maníacas y depresivas recuerdan la bipolaridad, acentuada en las fases de abulía por una depresión inmovilizante.
La pulsión suicida que latía en su interior se ve claramente en sus últimas obras. Vastos campos de trigo bajo la oscuridad de tempestuosos cielos. Cuervos que vuelan en un cielo vacío, el mismo vacío que parecía sentir Van Gogh.