Claudio Caiozzi, más conocido como Caiozzama, sortea ideas para instalar su obra en el espacio público, lugar predilecto donde monta sus impresiones, insertándolas calle a calle para cuestionar implícita –o explícitamente– a la cultura y la política actual.
Subvertising o contra-publicidad, sugiere un campo de ejercicio idóneo para el arte urbano que la propuesta de Caiozzama presenta a la ciudad: una pareja de carabineros abrazándose cómplices; el Che Guevara vestido de Ronald Mcdonald; o “U.S.A”, una impresión que retrata a soldados apuntando a una menor de raza negra, son algunas de las obras que el artista ha instalado en Santiago. Y aunque a veces efímera, su obra se torna un instrumento crítico contingente, lleno de preguntas y mensajes no proselitistas que invitan a la reflexión sobre ciertos temas universales en la actualidad.
“La idea es criticar a través de la obra ciertas cosas que suceden. Porque la economía es bien cruel en la actualidad”
Caiozzi estudió fotografía periodística y trabajó dos años en El Mercurio como reportero gráfico, vivió durante cuatro años entre Londres, Punta Cana, China, viajando por Asia y Europa, donde encontró esta nueva materialidad que implicaba cierta economía artística, comenzando con una fotografía autoral, luego el diseño digital para ser impreso y posteriormente pegado como un puzle en alguna calle de Chile, “esto es más barato que el grafiti y me permite estar en el mismo lugar donde está la publicidad más dura, la calle”, explica el artista.
“En general mi producción era a menor escala y ahora estoy haciendo cosas de mayor formato. Quiero montar retratos que yo he tomado, pegarlos en la calle y, en un momento, cuando esté súper intervenido sacarlo y enmarcarlo. Retratos que no fuesen de personas chilenas, para ver qué sucede. También siento la curiosidad de ir a trabajar a regiones, en un colegio o con alumnos para expandir la técnica y el contenido de la propuesta”, comenta el artista.
La calle como soporte de obra
Su campo de ejercicio es el espacio público, aunque su obra también está en Radicales (Bar de Santiago), y pronto en la cafetería Wonderland de Lastarria. Moviéndose en el campo de la suerte, lo efímero de su obra en oportunidades se convierte en parte del paisaje urbano, como una especie de muralismo digital, como ocurre con El monje, una obra dispuesta en el Barrio Bellas Artes de Santiago, que presenta una especie de buda con una capa de Louis Vuitton, confrontando la idea de “profético” con la sociedad de mercado, tensionando estas dos ideas e incorporándolos en un mismo ser contradictorio. “Me gusta la calle como soporte, si tú vas a cualquier parte lo único que vas a pillar es publicidad: Coca-Cola, el banco, el Retail, entre otros. Si todos nos bombardean con una visión que tienen de la vida y de la sociedad, ¿por qué no bombardear con una visión crítica al respecto? La materialidad en sí también es una estrategia, con el papel pasan más cosas, lo toman, lo rompen o se lo llevan, obviamente los que tienen un mensaje más político-literal duran menos, aunque sean chistosos no más, hay algunos que duran 2 años y aún están ahí como el trabajo del monje”, señala Caiozzama.
Grafitis, mensajes o alteraciones son parte de la obra, cuando ya está instalada en la calle, el público participa de la obra, compartiéndola en redes sociales, escribiendo en ella, adulterándola o rompiéndola para hacerla propia. Las temáticas tratadas con cierta impronta publicitaria sugieren una acción-reacción en el público que es partícipe de sus preguntas: “Siempre fotografío las reacciones, lo que escriben en las murallas y todo eso lo estoy preparando para un libro a publicar en el futuro. Me gusta que lo entiendan todos, desde la persona seca para el arte, hasta el que no tiene acceso a él, o el extranjero, al final son problemáticas universales. Me encanta que la gente reaccione en cuanto a mi obra, es algo implícito también, yo no la produzco especialmente para eso, pero cuando sucede algo así es genial”, declara el artista.
Acción-Crítica-Contingente
La tecnología, las estrategias visuales y los lenguajes en junto a lo experimental, son lo que ha guiado la producción hacia nuevas técnicas, la impresión retoma lo realizado por el muralismo y el grafiti y lo inserta en una acción también deliberada en lo público: “Con la tecnología todos tenemos la posibilidad de hacer algo, sólo basta tener la voluntad comunicativa –agrega Caiozzama–. Los trabajos religiosos son los que menos duran, la señora, cuando ve a este Jesús con las cámaras de televisión, que lo acosan, obvio que lo quiere destruir y tiene la autoridad para hacerlo, pero otras personas, incluso de mi familia, siempre me dicen que respeto la figura religiosa. Es algo implícito, no soy creyente ni cristiano propiamente tal, pero sí tengo mis reglas, creo en el karma y en otras cosas que me ha tocado ver y aprender en la vida. La idea es criticar a través de la obra ciertas cosas que suceden. Porque la economía es bien cruel en la actualidad”.
Lo político emerge en su obra por la acción de arremeter contra el cotidiano del público, con atisbos críticos sobre “lo que todos vivimos”, el status quo tensionado por la visualidad callejera de la obra de Caiozzama, ¿crítica a la crítica? “Mi obra es bastante política. Soy bastante crítico de la sociedad chilena actual, desde los aspectos culturales, hasta los propiamente políticos, es cosa de ver cómo los empresarios son los que mandan; lo destruyen todo. Las mismas empresas europeas vienen a Chile a destruir nuestro ecosistema. Mi obra se asemeja más a lo que está haciendo, en música, la Anita Tijoux, porque, en el fondo, lo importante es instalarse en el espacio público para lanzar estas preguntas, pero que la gente debata personalmente cuáles son sus respuestas”, concluye el artista.