Desde el 30 de marzo se ha podido ver en las salas y hall central del Museo de Bellas Artes una muestra inédita que revisa la producción artística de Fernando Casasempere. Artista chileno, radicado desde mediados de los ‘90 en Reino Unido.
Fernando Casasempere nació en Santiago en 1958, y desde muy joven se interesó por el arte, las culturas precolombinas y la naturaleza. Sus estudios los realizó en Barcelona, donde se perfeccionó en cerámica y escultura. Ganó popularidad por lo versátil e innovadora de su obra, pero una vez alcanzada una popularidad respetable decidió migrar a Inglaterra para buscar nuevos desafíos. Allá se enfrentó a un medio totalmente diferente, en el que le costó entrar, pero una vez que se dio a conocer su trabajo atrajo la admiración de la crítica. El compromiso con su obra y la materialidad de ésta hizo que se llevara consigo más de doce toneladas de su propia mezcla de arcilla.
Como escultor redescubrió la cerámica como material esencial para desarrollar su obra, algo que hasta ese entonces era usado y valorado por muy pocos. ¿Qué lo llevó a repensar el uso de la cerámica? Pues en sus propias palabas el deseo de trabajar con un medio utilizado y dominado por los nativos americanos. Un redescubrimiento de un material primigenio, pero usando un lenguaje netamente contemporáneo. Es la unión entre lo antiguo y lo nuevo, pero no desde un punto de tensión, sino de comunicación y apoyo.
Mi Andadura, título de la exposición actual, marca el regreso de Casasempere a Chile, haciendo un recorrido general por su trayectoria. Su obra puede tener materialidades similares y pertenecer al género de la escultura, pero la forma estética con la que se han resuelto los contenidos creativos es lo que la hace interesante. El trabajo de la cerámica es resignificado y se posiciona en el plano contextual contemporáneo. Piedra, arcilla y papel, exploración de formas nuevas, que se juntan en bloques.
© Fernando Casasempere
Ciertamente lo que más llama la atención de esta exposición es la imponente instalación de flores del Hall central del Museo, pocas veces se ha visto un recibimiento más majestuoso en el edificio que tiene más de 115 años. Crea un escenario casi onírico, entregado a transportar a cada espectador a una experiencia estética vibrante. Pero el resto de las salas son en sí mismas, y por separado, un espacio para comprender un poco más de la obra de Casasempere: en las salas del primer piso nos encontramos con esculturas de mediano formato, de diferentes materialidad, que se disponen a lo largo de las salas, permitiendo la contemplación general y particular de cada una de ellas. Si bien cada espacio cuenta con una gran cantidad de obras, la visión no se ve tan saturada. En el subterráneo podemos ver esculturas-objetos de pequeña escala, que asemejan a figuras precolombinas; acá vemos esta influencia de la que hablamos sobre el interés del artista por todo el arte y la cultura indígena.
Finalmente se trata de un recorrido que apunta a activar los sentidos: por medio de la vista, da la impresión que podemos tocar el material. Nos sumergimos dentro de los poros de las formas. Nos regresa a un pasado conectado con la tierra, pero que la composición se devuelve a lo contemporáneo. Casasempere se posiciona como un artista latinoamericano que hace un arte relacionado directamente con su entorno –haciendo un rescate, una reivindicación– pero sin copiar o aprovecharse de esta herencia. Es un arte que se nutre, pero que reinventa y crea un nuevo mensaje; una nueva y renovada estética.
© Fernando Casasempere