María Soledad Leiva | “Uno es lo que es su obra”

La artista chilena María Soledad Leiva presenta una obra personal, íntima, cargada de recuerdos, detalles y sentimientos que, aunque aparentemente transportan a campos otoñales, húmedas arboledas o fondos marinos, en realidad nos acercan a ella, a su manera de percibir los espacios naturales y a lo que éstos le hacen sentir. Y es, precisamente, su sensibilidad de afrontar cada nuevo lienzo como un medio de investigación y presentación de sí misma, lo que suscita la gran fuerza expresiva de su trabajo.

IMG_0071Su vinculación con la creación artística parte del diseño de vestuario, campo desde el que comienza a interesarse por el color. Su impulso creativo y la constante necesidad de expresar lo que pedían sus manos, hacen que su experimentación vire hacia la acuarela y el dibujo, técnicas que le permitieron descubrir cuál sería su material definitivo, el óleo.

La espontaneidad y frescura de la acuarela no satisfacía su ansia por transmitir la fuerza del color de un cielo a una hora determinada, ni el olor de los troncos en los que jugaba cuando era niña. Sin embargo, el trabajo con óleos en un lienzo de gran formato le permite adentrarse en la tela, explorar y modificar cada capa de color e impregnar el cuadro de olores y memorias.

El hecho de que su vida y obra estén muy ligadas, provoca un fuerte nexo entre la artista y el lienzo durante el proceso creativo, el cual se produce a través de las emociones que Soledad incorpora en cada gesto y que el pincel convierte en colores y formas. Su pintura, claramente figurativa, transporta a otro tiempo, a un lugar lejano al que la artista vuelve cada vez que dialoga con la tela. En estos espacios personales el tratamiento de la luz se convierte en un desafío. El pintor francés Eugène Boudin, precursor del impresionismo, inspira su sensibilidad por la representación de luz, la cual trabaja a partir de un foco de luminosidad cuya posición varía en función de la obra.

Lo que pinta es lo que siente, y para ello dota a los colores y a las formas de voz propia

Su lenguaje pictórico se traduce en delicadas pinceladas, movimiento, líneas que apoyan la composición, texturas y colores, los cuales selecciona conscientemente en función de su estado de ánimo. Los juegos con luz y color le permiten disponer de infinitas tonalidades y obtener atmósferas coloridas para inundar sus paisajes y alejarse de la realidad. Para ello parte de una paleta restringida e inicia la búsqueda del color o la gama precisa que cada obra requiere. Como punto de partida, siempre cuenta con el azul ultramar, el blanco de titanio, ocres y tierras, bermellón y carmín.

Tras veinticinco años, Soledad Leiva continúa pintando a diario en su taller, un refugio vestido de pantones cuyo suelo laminado recoge los rastros de pintura que acompañan al pincel desde la paleta hasta el lienzo.

Su obra está presente en diferentes galerías de arte nacionales, y ha sido mostrada en Chile, Portugal, Argentina y Brasil.

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