Zimoun | Ver lo que se oye y oír lo que se ve

“La visión fue plantada en mi cerebro,
permanece aún dentro de los sonidos del silencio”

(Paul Simon)

Ricardo Rojas Behm.

Cuando escuchamos un sonido – desde un gemido a un trino matutino- jamás pensamos en el inigualable fenómeno provocado por la liberación de neurotransmisores al interior de la cóclea, esa suerte de caracol que desde el oído interno, transforma vibraciones en impulsos nerviosos que desafían nuestra pasividad por medio de estímulos, mismos que el artista suizo, Zimoun (1977), intenta avivar desde el MAC de Quinta Normal a partir de una sensación sonoro-auditiva que genere una conexión que permita ver lo que se oye y oír lo que se ve.

Así es como, al compenetrarse con el entorno, toma posesión de ese centenario edificio neoclásico de principios del siglo XX, y lo convierte en una gigantesca caja de resonancia en la cual dispone un centenar de sencillos objetos entre los que destaco sobre manera la puesta en escena de esta imaginaria y gigantesca usina, en la que a partir de cajas de cartón superpuestas que a su vez hacen las veces de un gran pandero donde resuena el sonido del agua, la lluvia o esa indescriptible catarata, que aun abandonando la sala sigue golpeteando tus oídos, de modo que percibes que también el sonido tomó posesión de ti, como una especie de eco que se amplifica, además en cada pieza de la muestra.

Un juego que se replica en las 12 piezas únicas que ocupan el segundo piso del edificio, de las cuales seis fueron especialmente creadas para dicha sede y otras cinco adaptadas a ella, y que forman parte de sus últimos años de producción, junto a un video de sus inicios, que da cuenta de la trayectoria de un artista que fusiona la simpleza matérica y la complejidad técnica representada en 1708 motores DC, 646 piezas de cartón, 336 golillas metálicas, 259 pelotas de algodón, 158 alambres de soldar, 39 kg de madera, 38,5 metros de cuerdas y 5,3 km. de hilo, como sustrato base de una proyecto en obra que descontando la experiencia sensorial y estética, que está a la vista, se transforma en un viaje hacia la abstracción, donde todo este andamiaje nos remite a lo más profundo de nuestra esencia – La naturaleza, y aún más a ese silencio que resuena subrepticiamente en cada pieza creada por un artista que hace bombear el corazón de las cosas.

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Aquí no se trata sólo de vibratos, o ritmos que se replican ad-infinitum, por el accionar de motores, piolas u objetos cotidianos, sino porque la superposición de planos creados, hacen trascender al objeto al punto que si le sumamos luego el muestrario polifónico que envuelve al visitante, no sólo experimenta una percepción espacial múltiple, sino que es capaz de palpar –in situ– la arquitectura interna de este “bucle” que trae consigo un proyecto que alude a “una quietud no quietud”, que te descoloca de principio a fin.

Ahora, si nos detenemos por ejemplo en los tres pilares que movilizan su obra- lo visual, los sonoro y lo repetitivo, descubrimos de inmediato una compulsión obsesiva por hacer que este ejercicio site-especific cinético-constructivo se escape de los márgenes, abriendo un campo de conexiones tan diverso que en esa oscilación incorpora tantas disciplinas que es absurdo enmarcarlas en un área exclusiva. Claro está, la única que me atrevo a dejar fuera sería el área informática, ya que Zimoun se caracteriza por explorar sistemas básicos, en los cuales no interviene un programa computacional predeterminado, por el contrario va articulando una compleja red de “ecosistemas acompasadamente conectados”, tanto por el dominio del entorno, como con el flujo auditivo con el que crea inquietantes atmósferas que van del alboroto a una poética que exponencialmente nos hacen obviar el lugar en el cual somos apresados en este persistente confluir que dado su carácter hipnótico unifica el fenómeno físico, con el generado en nuestro inconsciente y que remece a mansalva nuestro campo perceptivo, por un avatar experiencial que como afirma Alessandra Burotto, curadora de esta apuesta sensorial y auditiva, nos muestra su lado más temerario – “Zimoun es un agitador, un okupa que nos revela su imaginario para atraparnos en su red” Aun cuando, el circunstancial apropiacionismo de este artista hace referencia en gran medida a ese inacabable comportamiento de la naturaleza reproduciéndolo mediante un montaje escénico–arquitectónico, que a la vez activa un proceso técnico conformado por diversas retículas modulares con las que a esa persistente monotonía le otorga una dimensión poética que exceptuando la intrínseca fragilidad, nos invita a entregarnos a este extraordinario e inquietante sometimiento en cual vemos lo que oímos y oímos lo que vemos, como una indispensable secuencia.

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