Los libros de Guillermo Núñez

Crear, crear sin parar ni pensar en el para quién se está creando. Crear porque es una necesidad del alma, de la mano, del intelecto, del cuerpo. Crear, sin descanso, es lo que hace Guillermo Núñez hace décadas, transmutando vivencias, sentires y reflexiones en una obra visual sin igual.

En la exposición curada por Ismael Frigerio, artista de reconocida trayectoria, Guillermo expone como pocas veces antes, sus libros de arte. Son estos el eje central de la exposición y ayudan a configurar el resto de la muestra, donde se observan obras de la década de los 70, 90 y sus últimos trabajos. Dibujos zen creados desde su maravilloso taller donde reinan queltehues, zorzales, picaflores, abejas, hormigas, peumos y abedules; dibujos que son un reflejo de su estado actual, el cual después de la tortura ha encontrado calma en el espacio y tiempo que pareciera no existir, ya que se encuentra alejado del mundanal Santiago, retirado tras las murallas que lo aíslan –esta vez– por decisión personal.

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La exposición busca mostrar al mundo estos libros, creaciones de Guillermo donde la escritura se confunde con los dibujos, con portadas originales realizadas por sus propias manos, donde hay obras únicas en cajas forradas en lino que semejan ser un libro desde afuera, con la diagramación, diseño y selección de cada elemento realizada cuidadosamente por el artista, ¿en qué momento? Pareciera ser que el tiempo dentro de esas murallas blancas de su hogar se detiene para que Guillermo pueda crear sin parar, y tener miles de obras, de ejemplares, de versiones de cada trabajo que realiza.

Estos libros, muchas veces, Guillermo los regala a quienes lo visitan en una versión simplificada para hacerlos circular, porque de cada libro original crea dos o tres versiones más simples con diversos precios, para regalar o vender, ya que los de gran tamaño tienen un valor demasiado elevado para la sociedad chilena que no gaste ni invierte en estas obras de arte. Así igual ocurre con sus pinturas cuyo valor superan los 20, 30 y más millones de pesos, y que el artista prefiere no vender antes de nivelar a los precios del mercado. Obras que prefiere regalar a instituciones antes de quitar el valor económico a lo que tiene tanto valor simbólico. Porque, finalmente, no es el precio monetario el cuestionable en este acto de fijar un valor, o en el acto de vender a un costo elevado, son las razones de los descuentos, son la poca valoración a un trabajo de vida, en la que el artista está inmerso. Si fuera el valor monetario lo que el artista busca conseguir, no regalaría sus obras todos los años en stand donde se sienta a “vender” grabados a 100 pesos; no llevaría una de sus varitas mágicas para regalar personalmente a los asistentes a la inauguración; no sonreiría fascinado al saber que hay niñas de 7 años que leen el mensaje de la varita y la desarman para poder jugar a convertir lo que toquen en arte; no iría al stand del Mono González todos los días sábado en la mañana para acompañarlo, conversar, apoyar y vender aunque sea un grabado que los ayude a dar más vida a su trabajo.

Y que paradójico es el cuento, Guillermo todos los sábados en la mañana se dirige desde Las Perdices hacia el Persa Biobío para acompañar al Mono, en la venta de grabados en un puesto entre miles de otros puestos que tiene este candente espacio santiaguino. Ahí, conocen a los otros vendedores, a los clientes frecuentes de los galpones y saludan con cariño a los pocos “intelectuales” que circulan buscando alguna curiosidad, algún objeto diferente. Sin embargo, ahí no le venden a los coleccionistas que el día de la inauguración sí llegaron hasta Factoría Santa Rosa para la exposición. Y es, menos mal, una galería que tiene tanto valor por su ubicación como por la historia del espacio en la que se encuentra. Anteriormente era el espacio de las oficinas administrativas de Textiles Musalem, y actualmente un persa con más de 500 puestos que se arriendan a 88 dólares mensuales, para que gran parte del Gran Santiago pueda subsistir, para que la economía de la que se vanagloria la prensa en el extranjero pueda ocultar la realidad de lo difícil que es la vida en este país, donde el transporte público, la bencina y el pan (alimento masivo de los chilenos) cuesta más de 1 dólar el boleto, 1.2 dólares el litro, 1.5 dólares el kilo, y el sueldo mínimo no avanza de los USD 420.

En este espacio, Guillermo Núñez realizó una exposición a la que llegaron muchas personas, agentes del arte, coleccionistas y también amigos o conocidos para ver lo nuevo, lo último o sencillamente lo que no conocían de un artista que lleva más de 50 años creando obras de arte, cuyos libros existen desde antes de 1974 cuando fue exiliado, que se expusieron en la retrospectiva que hizo en 2015 en el Museo de Arte Contemporáneo, y que se mantendrán en exposición para ver revisados hoja por hoja en Factoría Santa Rosa hasta el 2 de diciembre.

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