Eduardo Villanes sobre “Contact Shits, Fotodiario Colombiano”

Hace más de un año, Eduardo Villanes llegó a Colombia con la intención de conocer el circuito cultural. Sin embargo acabó estableciéndose de forma definitiva en Bogotá, creando nuevas series de trabajo e insertándose en el mundo artístico local.

Una vida hecha en diversos países, en confrontación permanente contra el veto en su natal Perú y un trabajo que está visibilizando realidades que muchos no quieren ver en Colombia, en las inmediaciones de «El Bronx», infame zona donde el artista vive.

¿Podrías describir el barrio que hay alrededor de tu estudio y cómo llegaste a este sector?

En febrero 2015 llegué a Bogotá a un taller en el Centro Memoria, Paz y Reconciliación. Finalizado el taller cada participante presentó una obra en un espacio público. Mi idea inicial fue un grafiti, porque venía de hacer varios en Lima. Hice recorridos de reconocimiento en los alrededores del Centro Memoria para ubicar paredes y horas propicias para grafitear, internándome por primera vez en la localidad Los Mártires, una de las más antiguas de Bogotá. La pobreza y violencia extremas que vi ahí me hicieron desistir del grafiti ¿Qué podía ser escrito sobre muros bajo los cuales hay gente literalmente moribunda? En estas caminatas cargaba en una bolsa la cámara y un par de sprays surgiendo así la idea: escribir directamente sobre aquellos, sobre los plásticos y frazadas sucias con los que se cubren. Les pedía permiso para hacerlo, o no si estaban bajo los efectos del sopor narcótico. Finalizada cada “obra” la fotografiaba, iniciándose mi primer acercamiento a los “desechables” como tema de arte.

La pobreza y violencia extremas que vi ahí me hicieron desistir del grafiti ¿Qué podía ser escrito sobre muros bajo los cuales hay gente literalmente moribunda?

l1270811La serie se titula La Vida es Sagrada. El Centro Memoria consideró este trabajo irrespetuoso hacia la memoria de los desaparecidos políticos, porque fotografié a varios “desechables” bajándose los pantalones frente al Cementerio Central. A pesar de ello me dieron la oportunidad de explicar mi trabajo en el Teatro Eliecer Gaitán durante un evento internacional de cultura y paz. Eso me gusta de la vida cultural en Colombia, son receptivos a las críticas.

Decidí quedarme en Colombia para darme una segunda oportunidad de ejercer mi profesión en un ambiente sin restricciones. Es la segunda vez que salgo del Perú con ese fin. La primera fue a los Estados Unidos por una década. En junio encontré un departamento barato y grande en Los Mártires, estableciéndome en aquella localidad de Bogotá. Esta vez por razones económicas (Chapinero y Macarena están fuera de mi alcance) aquel barrio me envolvía nuevamente. Me advirtieron que tuviera cuidado porque en el vecindario se ubica «El Bronx», mayor centro de expendio de drogas y armas del país. «El Bronx», nombre del que fuera un gueto negro-latino neoyorquino, ha sido asimilado al léxico callejero de Bogotá para designar una zona de Los Mártires que presenta situaciones similares de arribo de desplazados, pobreza y violencia extremas y comercios ilícitos. Además, una alta incidencia de «limpieza social» contra «habitantes de la calle» (eufemismo oficial para «desechables»). La realidad es que El Bronx no se limita a unas pocas manzanas tal como se cree, sino que tiene fronteras movedizas muchas cuadras a la redonda. Además es falso que haya desaparecido con el reciente operativo policial. Tampoco se puede reducir a sus habitantes a ser “drogadictos”, “contenidos de alcantarilla” que necesitan limpiarse de la sociedad.

Como inmigrante en búsqueda de oportunidades que no tengo en mi país, me doy cuenta que la cultura oficial colombiana estigmatiza a los habitantes de la zona del Bronx, en especial a los desplazados que devinieron en “habitantes de la calle”. Un ejemplo: la biblioteca pública más cercana, la Luis Ángel Arango del Banco de la República, institución que cuenta con una amplia colección de arte, exhibe en su hall una cartografía de la ciudad trazada sobre enormes acrílicos. En la base hay la caricatura de un «desechable» y el texto «La Bronx es la alcantarilla de Bogotá: drogas y drogadictos». Pero el artista holandés contratado por el Banco no describió un detalle importante para entender esta “alcantarilla”: la tugurización y consecuente lumpenización de la zona en que se halla El Bronx se inició a finales de los 40s, a raíz del arribo masivo de pobladores de barrios periféricos de Bogotá que escapaban de ataques del ejército. Desde entonces la zona se convirtió en uno de los principales puntos de entrada a la capital de poblaciones de desplazados de la violencia y desplazados medioambientales de todo el país; tal es el caso de mis numerosos vecinos Embera, afrodescendientes y otros. A pocos días de arribar a la zona más contaminada y violenta de Bogotá las coloridas vestimentas Embera están tiznadas de smog y sus pies mugrientos de caminar descalzos, tal como era su costumbre en la selva que dejaron atrás. Para muchos desplazados, de dormir en las aceras frías sobre su equipaje a pasar al bazuco el camino fue muy corto y sin retorno. Es algo que muchos haríamos de estar en su lugar, para matar el frío y la desesperación. No se les puede estigmatizar como “drogadictos” o “contenidos de alcantarilla” por ello. Hacerlo así es una peligrosa irresponsabilidad, porque los pone en la mira de la “limpieza social”.

¿Cómo surge esta serie de imágenes?

En mi nuevo espacio ubicado en un tercer piso con un gran ventanal a la avenida Caracas, una de las más transitadas de la ciudad, me puse a trabajar una escultura, pero lo que pasaba afuera desviaba mi atención: la vida cotidiana de unos «desechables» reunidos alrededor de un árbol en la separadora de la Caracas. Llegando diciembre yo me encontraba al borde de la bancarrota, por ello concentré los limitados recursos que me quedaban a comprar arroz y frijoles para los meses difíciles que veía venir. Además, decidí concentrarme a un único proyecto de arte al cual le dedicaría toda mi atención, así tendría la mente ocupada en algo para no volverme loco por inacción. Compré metros de película blanco y negro, monté una cámara con teleobjetivo sobre un trípode y empecé a captar los acontecimientos bajo aquel árbol sin ser visto. De enero a julio 2016 me dediqué de lleno a esta serie, la cual titulé Contact Shits, Fotodiario Colombiano. Además fundé El Bronx Art Gallery, pero esa es historia para otra entrevista.

¿Qué particularidades te han llamado la atención para seleccionar las fotos que componen la serie?

Recientemente varias fotos de la serie fueron seleccionadas por un jurado para ser exhibidas en la Feria del Millón, resultando en un fracaso total ante el coleccionismo colombiano, siendo las únicas dos adquisiciones realizadas por coleccionistas extranjeros. El rollo que escogí para el concurso se titula “Los Amantes_primer avistamiento», secuencia tomada una día de mediados de abril a las 6 am aproximadamente, muestra a dos «desechables» despertándose, desperezándose y reanudando su pasión sobre una alfombrita de aquellas usadas para limpiarse los zapatos puesta en mitad de la avenida Caracas. Un travesti y su amigo que cruzaban la avenida en aquel momento también aparecen en la escena. La interesante reacción del público asistente a la Feria del Millón al ver a “Los Amantes” combinó curiosidad, simpatía y repulsión tal como se puede ver en el video:

Contact Shits, Fotodiario Colombiano está conformada por más de un centenar de rollos blanco y negro además de incontables fotos y videos digitales, un muestreo poblacional de los visitantes recurrentes de aquel árbol durante un periodo de 6 meses. A cada uno le asigné un alias en base a rasgos físicos o de conducta: “Gafas y Sombrero de Payaso”, “Boxer de Semana Santa”, “El Filósofo”, «El Equipaje», «Cara Plana con Perros», etcétera. Con un distanciamiento y meticulosidad que serían propios de un explorador fotografiando poblaciones primitivas, los capté en todas sus actividades cotidianas, incluida la limpieza con periódico después de defecar (de ahí el título de la serie). Esta imagen la encuentro muy alusiva al fenómeno de la limpieza social en Colombia, es pertinente destacarla porque contradice la versión de ser ellos personas de naturaleza sucia y estúpida, por lo tanto merecedoras de ser “limpiadas” de la sociedad. Más bien es ejemplar que en las difíciles condiciones que viven presten atención a tales detalles. «Los Amantes» vivieron en las inmediaciones durante la segunda mitad de abril, los fotografié en una segunda oportunidad, titulándose la secuencia «Los Amantes_segundo avistamiento». Un día un artista colombiano apareció en el barrio y roció aquel árbol con esmalte blanco y lejía, algo que no se hubiera atrevido a hacer sobre su propio cuerpo. Como vecino del barrio, no como artista, le comuniqué mi sincera opinión sobre su «performance» realizada frente a mi ventana.

Esta imagen la encuentro muy alusiva al fenómeno de la limpieza social en Colombia, es pertinente destacarla porque contradice la versión de ser ellos personas de naturaleza sucia y estúpida, por lo tanto merecedoras de ser “limpiadas” de la sociedad.

Luego de la Feria del Millón ¿Tienes pensadas otras instancias donde exponer estas fotografías?

Publicar estas fotografías en forma de fotolibros que contengan reproducciones análogas, también reproducirlas por la técnica del fotograbado con planchas de metal. La etapa de captura fotográfica de este trabajo ha finalizado. La siguiente sería la clasificación de este voluminoso material en base a los personajes fotografiados y las fechas de sus avistamientos registrados en las hojas de contacto. Luego hacer las ampliaciones análogas sobre papel y escanear los negativos a fin de tener un back up digital. A continuación escribir las descripciones de cada uno y las circunstancias de su avistamiento o desaparición. Finalmente recopilar todo en fotolibros. Es improbable que esto se logre, me han informado que no hay instituciones en Colombia que financien proyectos así. Lo más probable es que todo este material se pierda con el tiempo.

¿Qué otros proyectos tienes a futuro?

Hace unas semanas invertí los roles y fui yo el fotografiado: con la asistencia de un amigo apostado en mi ventana me he retratado en la Caracas en actitudes y atavíos similares a las usadas por mis modelos. Haciendo cosas así me voy sacando del sistema la rutina de meses y voy conectando con otros procesos. Una de estas fotos, titulada “Maíz Syngenta sin Gente Award”, actualmente exhibida en el Museo de arte Moderno de Bogotá, es un cruce con otra serie fotográfica que trabajé años atrás sobre las empresas transnacionales de transgénicos. Esta obra se refiere específicamente a un concurso de «fotografía ecológica» organizado por la empresa Syngenta, la cual está aconteciendo en estos días. Este concurso es una pantalla montada por Syngenta para distraer a la opinión pública sobre el asesinato de un líder campesino en Brasil, crimen del cual la transnacional Suiza fue hallada culpable por un tribunal. Es lamentable que renombrados especialistas en fotografía contemporánea se hayan prestado a ser jurados en este concurso, a ese paso pronto serán jurados del “Premio Auschwitz al mejor jabón”.

Por las noches salgo a fotografiar el entorno de los imitadores callejeros de la carrera Séptima: el Michael Jackson, el Juan Gabriel, el Leo Dan y otros. Mientras tanto la bancarrota se agudiza, hay varios meses acumulados de alquiler impagos y los frejoles están acabándose. Afuera la Caracas está a oscuras, hace varias noches hay extraños apagones, unos “desechables” me dicen que eso se hace para facilitar los ataques de la “limpieza social”.

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