Todo lo que no sabes de Renoir, en el día de su cumpleaños

Un día como hoy en 1841 nació uno de los pintores más controvertidos, populares y famosos que conoce la historia. Pierre Auguste Renoir, como bien sabemos, fue pintor impresionista y hoy se exhiben sus obras en museos como el de Orsay, National Gallery, Museo El Prado, entre tantos más. De su gusto o no, su técnica ha dado bastante que hablar este último tiempo y para algunos, es de dudosa reputación la calidad de sus trabajos, específicamente las terminaciones. Así, y con todo, su reconocimiento recorre el mundo entero y no se puede desmentir que es una de las figuras importantes que recuerda la sociedad del impresionismo y que su afán y gusto por la belleza, le llevó muchas veces a terminar trabajos que colindaban con el deleite estético de aquellos que buscan encontrar en un cuadro alegría, quizá ambiciosamente, felicidad.

En la conmemoración de su nacimiento, queremos darle una vuelta, quizá retorcida o no, a la vida de este reconocido artista. Dado que todos, al menos, han escuchado hablar de él, hoy te contamos lo que puedes, seguro no saber de él.

«Una mañana, uno de nosotros se quedo sin el negro, y fue el nacimiento del impresionismo.» 

Renoir

Pierre-Auguste_Renoir_-_Le_Déjeuner_des_canotiers
Pierre-Auguste Renoir – Le Déjeuner des canotiers

La figura humana y específicamente los desnudos fueron uno de sus temas favoritos. Referirse a ellos se hizo recurrente en su vida y una de sus conversaciones más famosas al respecto se enunciaba así:

 «-¿Cómo consigues darle un tinte tan delicado y sugerente a tus desnudos?»,

-Yo no hago más que pintar, pintar y seguir pintando, hasta que tengo ganas de pellizcar. Entonces sé que ya está bien»

Quizá, si tomamos en cuenta el humor con que el artista se refería al tema, debiésemos recordar cuando le preguntaron qué más le había gustado pintar y él contestó:

«- La única moda que no pasa de moda

-¿Y cuál es esa moda?

-El desnudo»

No es un secreto que al pintor, además, no le gustaba la literatura y muchas veces se refirió peyorativamente a los escritores. Por ejemplo cuando dijo:

«Sólo cuentan mentiras y la mayoría de las veces sin gracia ninguna»

O al conversar de un autor en particular y recibir recomendaciones de lectura contestaba:

«Me basta saber que se trata de un escritor para empezar despreciándolo»

Madame Bovary fue víctima de una de sus declaraciones y recibió fuertes apelativos por parte del francés. Aquí uno:

«Es la historia de un imbécil cuya mujer, como es natural, ama a otro. Es uno de esos libros que si se ha conseguido llegar a la mitad, se piensa: ¿y a mí qué me importan todos esos tipos? Se lee el final y se regala el libro a un amigo»

Renoir - Sunset at Sea, 1879
Renoir – Sunset at Sea, 1879

De sus fracasos de principiante en el arte se ríe tiempo después y cuenta con soltura que sus primeras exposiciones eran totalmente solitarias. No asistía la gente y había días en que se encontraba solo frente a sus obras. Una de las anécdotas más cómicas que le ocurrieron al respecto ocurrió en una sala de exposición, con una pareja de visitantes:

Una vez estaba solo con mis cuadros en la sala de exposición y entraron un hombre y una mujer. El hombre, enfurecido, señaló todos mis cuadros a la vez y gritó:

-¡Mira!

La mujer se tapaba los ojos negándose a mirar y el hombre le apartaba la mano y le repetía el grito:

-¡Mira! ¡Mira!

Me acerqué y el hombre me contó que obligaba a su mujer a mirar aquellos horrores, en castigo por sus desobediencias.

-Es una mujer rebelde y, si no cambia, la traeré aquí todos los días.

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Como no ocurría con la literatura, sí sucedía con la pintura, se sabe que el artista era un asistente frecuente de los museos y en ellos se quedaba días y tardes completas. Se escapaba al museo del Louvre para copiar y dibujar a los grandes maestros de la pintura: Tiziano, Tintoretto, Velázquez, Rubens…

El pintor fue uno de los impresionistas que más duró vivo y alcanzó a presenciar el éxito de sus obras en vida por lo mismo. Cuando le dio artritis y cayó en enfermedad severa, pegaba lápices a sus manos para poder continuar pintando. Tanto amaba la pintura, que unos minutos antes de morir, pidió un lápiz, pintura y pincel, dibujó un florero con flores en él y entonces se dio cuenta que era tiempo de irse.

Así llegó, afanoso y adulador de la pintura y así se fue. Hoy tendría  174 años y lo recordamos con cariño.

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