Chile | Escultura | Sandra Santander

Territorios imaginarios

Sandra Santander construye de manera orgánica e irrefrenable su singular visión de un territorio imaginario con cada obra que realiza. Un corpus que no hay que considerarlo desde la individualidad de cada obra, sino desde la conjunción de todas en la conformación de un todo.

Si bien, en una primera instancia, su trabajo lo asoció inevitablemente a la naturaleza, la artista comenta que: “La naturaleza aquí no es representación, es solo un referente, el resto es pura invención. A través de cada escultura voy construyendo las partes de un paisaje imaginario. No es que haga varias esculturas sino que todas constituyen una sola obra: un territorio”, explica.

En este orden de pensamiento al contemplar su obra, esta mirada cobra un nuevo enfoque, las formas puras exquisitamente pulidas en algunos casos sugieren un vínculo muy profundo de la artista con el material trabajado. Es así que la calificación de traductora de las materialidades me viene como anillo al dedo.

Santander quien ya cuenta con una consolidada trayectoria de más de treinta años, muestra su estrecha relación con las maderas nativas de Chile, la cual es un rasgo identitario que refleja su profundo respeto por el territorio que la vio nacer. En este orden comenta lo siguiente: “Indudablemente la madera, especialmente la nativa, constituye la topografía de mi discurso escultórico. Es el material que me rodea, la conozco y he trabajado con ella desde mis comienzos, está viva… igual no me cierro a otros materiales, pero su elección responde claramente a una vinculación con un determinado territorio y a una ubicación geográfica desde donde sitúo mi trabajo”.

La artista transita entre dos materialidades, en donde cada una de ellas anidan significados y simbolismos muy marcados. Si bien la madera, en todas sus variedades, habla de los árboles nativos de Chile, con toda la carga subjetiva que nos transmiten otra materialidad va a ser utilizada por parte de la artista para sus trabajos en escultura pública, en ella los materiales perdurables van a ser la representación de lo imperecedero y la memoria de la Historia de Chile.

Los memoriales en particular van a ser pensados en piedra y metal, esto guarda relación con la permanencia a largo plazo, estamos hablando de memoriales que reivindican el recuerdo de aquellos detenidos-desaparecidos en la dictadura pinochetista. Al respecto la artista plantea que la concreción de dichos proyectos: “ha sido un compromiso ético y ciudadano, con toda la carga emocional que ello pueda generar. En el proceso de realización de cada obra he estado en contacto con algunas de las víctimas, he tenido testimonios directos de personas que sufrieron las barbaridades más increíbles y que sin embargo sobrevivieron, otros me llegaron por boca de sus familiares, en donde pasas del asombro a la consternación, al horror y a la pesadumbre… ¿Cómo traducir todo eso? La cicatriz que queda es oscura e imborrable, y el memorial es un intento por reparar, recuperar y vencer el trauma social. A diferencia del monumento que celebra o conmemora un hecho histórico o personaje en particular, estos hitos escultóricos emplazados en el espacio público, apelan a la conciencia colectiva para dignificar el recuerdo de todas esas personas que creyeron y soñaron con una sociedad más justa, a reflexionar lo que nos ocurrió como sociedad y a no permitir que vuelva a suceder”, profundiza Santander.

Vemos dos vertientes en la madera, las formas puras pulidas con esmero son atravesadas y hasta esgrafiadas pero no de manera violenta, todas conforman un organismo que nos remite a otros mundos posibles. Lo que nos lleva a pensar en una versión macro de lo micro, de aquello que no vemos. Son como microorganismos pero a escalas monumentales. Si bien los títulos de sus obras van a sugerir elementos que conforman la naturaleza, la percepción hace que las piense desde esta perspectiva. Es la sensación de contemplar otro mundo en donde aquello que es diezmado en nuestra contemporaneidad, en este imaginario es reivindicado y erigido como tótems gigantes en donde los astros deciden posarse sin jerarquías, pero simultáneamente imponentes y respetuosos.

Son como jardines de ensoñación, ese mundo anhelado de la artista en donde lo mágico es inherente a la vida cotidiana y en donde la mano del ser humano no daña ni destruye. Sin embargo, en su otra vertiente, los materiales perdurables tales como el ferro-cemento, el acero estructural y la piedra, van a ser los encargados de representar la memoria, así erigidos en el espacio público y al igual que los restos de otras culturas, ellos van a ser los encargados de dejar la voz de una época como registro y documento histórico, perpetuos y constantes. Para reivindicar la memoria de aquellos que soñaban con una utopía posible, estos grandes gigantes se alzan en algunos casos con formas de brazos abiertos, en espacios donde la tranquilidad de la naturaleza los envuelve y cobija en su descanso eterno.

En ambas vertientes la idea de un imaginario paralelo se hace patente, Santander encarna la figura de una soñadora de utopías posibles y las concreta en el corpus de su obra que está lejos de concluir. Lo que vemos es el proceso de un camino que comenzó a recorrer hace ya más de treinta años y que perdurará en el tiempo consolidando el registro histórico de una nueva forma de concebir la historia de su país, creando en las próximas generaciones la reflexión necesaria acerca de los hechos ocurridos en esa etapa oscura de la Historia de Chile.

La mirada de Santander nos interpela con sus obras y nos trae otra realidad soñada pero posible, en donde la sociedad en la que vivimos es respetuosa de su memoria histórica, de su territorio y su naturaleza pero esa utopía soñada solo será posible en la medida en la que, como actores, cambiemos el camino de nuestras decisiones y acciones, para transitar ese nuevo mundo que queremos dejar a los hijos de nuestras historias.

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