La huella que Umberto Eco le deja al futuro

Hace 84 años atrás, en el sector de Alessandría, región de Piamonte, Italia, nació un hombre cuyo destino, escrito o no, estuvo vinculado al romanticismo en todas sus acepciones. Desde el agudo y enraizado gusto por los tiempos del medioevo, hasta la meticulosidad con la que estudiaba una y otra vez, no sólo lo que escribía, sino sus creencias y convicciones, fueron moldeando una figura, con afanes contrarios a las cámaras y las masas, que consiguió delinear en múltiples aspectos las bondades, armas de doble filo y el poder de la comunicación. Intelectual hasta los huesos, valiente y corajudo para hablar sin temor a la crítica, los recuerdos que se relatan aquí, refieren a un gran filósofo, escritor y semiólogo de nuestros tiempos, que nos dejó en la tierra el día de ayer a sus 84 años, dejando un legado que no borrará ni el paso del tiempo, ni los que pasen por sobre él: Umberto Eco.

©Umberto Eco
©Umberto Eco

Italiano de nacionalidad y espíritu: allí nació, creció y murió. La cuna de la historia, el arte y la civilización, por cierto, deben haber hecho su tarea desde los inicios para contagiarle de una visión histórica y cobijada en sus columnas de la evolución del hombre y su rol en la existencia. Es por ello también, y por la cultura que le vio crecer, que espontáneamente mostraba una aversión a la improvisación o aproximación, pues de pronto se volvía facilista todo aquello que la vida entregaba por misterio de genética ilusoria y desconocidamente procedente.

Debe ser esa la razón y su afán por la reflexión, la búsqueda del conocimiento, la contemplación y percepción de las conductas y la trama que construyó en su cabeza de lo relacional en la sociedad, que se convirtió en uno de los intelectuales más importantes de la cultura contemporánea. Primero como buen filósofo dijo una vez que “sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca”, ante la idea basal de que para construir verdad y certeza el concepto de idolatrar, cesgaba las mentes de una objetividad ambicionada.

©Umberto Eco
©Umberto Eco

Fue el primero en Italia en escribir de comunicación de masas, teoría y experiencia que se condice con lo que por aquel entonces definió: “Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración”. Entonces siempre terminaba en una investigación exhaustiva interior y exterior. Detenidamente fijado en detalles y en la forma en que ellos crean vínculos entre los seres humanos y les dotan de una herramienta para estrechar lazos y vivir en comunidad escribió sin parar.

No había que ser visionario para concluir que terminaría en la semiótica y la ciencia de los signos. Semiólogo por excelencia y, también, fundador de la semiología itaiana. Escribió el “Tratado de la Semiótica General” en 1975. Entonces vinieron las ligas mayores.

“Los intelectuales no resuelven las crisis, más bien las crean”. Esta idea no dejó de darle vueltas en la cabeza y es por lo mismo que convirtió la cultura en best-seller sin el ánimo absoluto de redundar por ello, en una masiva recepción y acogida del público. Con ánimo de continuar en la discusión y reflexión de épocas pasadas, principalmente la edad media y el campo su entorno favorito, en 1980 escribe «El nombre de la rosa». Sin siquiera preverlo esta obra lo llevó a la cúspide intelectual y miles de personas leyeron su libro, tanto así, que tuvo que ser traducido en muchos idiomas. Luego agarró vuelito, pues “El Péndulo de Foucault”, no vino en más de 8 años después, con el que se consolidó como figura importante de la semiótica y la filosofía.

Murió en en su casa de Milán a los 84 años, no sin antes escribir sobre lo último de las comunicaciones. Su último libro no más se publicó en 2015 “Número Cero”. Es un periódico imaginario, satírico y burlesco respecto de la sociedad de hoy todos aquellos que se permiten tener la palabra sin tener nada que decir. Fue entonces que dijo esta frase por la que será, sin lugar a dudas, recordado:  «las redes sociales dan derecho de palabra a legiones de imbéciles».

Escribió de política, comunicación, vida medieval. Crítica, aguda y deslenguadamente, sin temor a decir lo que pensaba y con la idea de dar coherencia a estas tres citas que les dejamos, para finalizar el artículo.

“Una novela es una máquina de generar interpretaciones.”

“Los intelectuales no resuelven las crisis, más bien las crean.”

          “Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia.”

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