Fotografía | Colombia | Felipe Bedoya

El punto fijo de una mirada pensada

Tras las máscaras de una milenaria cultura desconocida por su amplia diversidad, se esconden modelos que desaparecen al ser intervenidos por la mano creativa de Felipe Bedoya. Lo único que queda y provoca es la mirada.

A modo de epifanía un rostro se asoma. Lo cubren manchas gruesas, maquillaje denso y casi grumoso le oculta la piel. Sólo se percibe entre máscaras la tez oscura, no el género ni la edad. Y, entre todo, los ojos: la mirada. Aguda, seca y directa, sin tapujos se muestra indiscreta y vehemente para alertar al espectador y no dejarlo seguir sin una detención, sin un intercambio.

Es parte de una exhibición por cierto. Un invitado acomodado en el palco de los que observan vitrineantes. Mientras los ve pasar y detenerse comprende que hay dudas frente a su presencia y diversas reacciones a la mirada fija que ha adoptado. En efecto, él como ser humano aparente no existe en realidad y está allí para contrariar, para crear reacciones. “Los personajes que tú ves no existen, son ficticios. La idea es incomodar al espectador y que se cuestione, que se pregunte qué tan real es lo que está viendo”, explica Felipe Bedoya, su creador, el artista. Lo cierto es que aquellas personas reales, los modelos con que trabaja, dejan de existir en su creación al momento de la intervención, de crear cada obra.

¿Hay modelo? Sí lo hay. ¿Hay maquillaje? También. Sin embargo, el fruto de la pintura sobre el rostro, al que suma el efecto del acrílico y la manipulación digital que se ejecuta luego de la fotografía, consiguen una transformación tan profunda y voluntaria, que quien fuese que fuere el modelo de la imagen, en la obra terminada, ya no está –al menos en su esencia–. Cada una de sus obras es el resultado de una fijación de Felipe Bedoya, cuya debilidad y atención se desata frente al estudio de la cultura africana y, pese a que desconoce la proveniencia de este interés, lo trabaja con tal ahínco que consigue exhibir cada detalle estético de los semblantes que pueblan esa cultura.

Ha dicho que en la cultura africana “las miradas y la forma en cómo viven y expresan su identidad”, le atraen indefectiblemente, lo que puede o no provenir de la descendencia afroamericana que existe en su natal Colombia. “Detecto cada marca de guerra, línea; el semblante alimenta muchísimo mi trabajo”, describe respecto del propósito de la detención en el rostro y el retrato como técnica. “Parece fotografía, pero no lo es. No es que haga un simple clic y ya está el trabajo hecho. Han creído que son pinturas también, algunos piensan que las tomé directamente desde África, pero lo cierto es que toda la información que hay en la imagen es al tiempo desinformación”, explica Felipe, quien despista al espectador con su proceso artístico, de manera de desorientarlo y conducirlo a explorar en sus propias conclusiones.

Allí sigue, en la pared mirando. A ratos parece crudo, duro, agresivo; otros podrían decir que es nostalgia, tristeza, quizá melancolía. Y eso es lo que quiere. Ese personaje que usa todo el espacio que le fue concedido y exhibe tímidamente el cuerpo y fervientemente la mirada revela una intención, una emoción tan extrovertida que empatiza con la timidez de su creador. “No soy una persona que mira mucho a los ojos a los demás. Soy más bien tímido y reservado. El poner a mis personajes enfrentando al espectador, mirándolo de frente, es el contraste que consigue que sienta que hablo a través de las imágenes con un lenguaje que por carácter no puedo transmitir en la vida real”, confiesa el artista.

Su motivación también tiene algo de sugerente. Muy poca gente conoce realmente a fondo las culturas africanas, por su diversidad, muchas veces ajena a nuestro continente, el conocerlas de cerca se torna difícil para un porcentaje amplio del globo. “Eso hace más fácil el proceso de manipulación de la imagen y con ello la transmisión al espectador. Yo trabajo el concepto de la individualidad y la soledad. Así llegué a las máscaras africanas y estos personajes. El brillo especial en la mirada, la forma en cómo viven, las marcas y líneas en su cuerpo las dejan con sus huellas y denotan su pertenencia”, complementa Felipe a su motivación original. Por eso su fijación principal no es la cultura en sí, sino lo que sus participantes sugieren y las conductas que emanan de ellos. La manera en que Felipe Bedoya plasma sus retratos describe el objetivo de provocar una reflexión respecto de lo que se ve y cómo las percepciones mezclan la realidad con la emotividad de la ficción propia.

¿Viajaste efectivamente a África?

No, no viajé. Hice toda una investigación desde mi estudio porque no quería involucrarme directamente con la cultura africana, sino tantearla, acercarme un poco a ella. Lo que me interesaba son las máscaras.

¿Qué hay en las máscaras qué muestran o esconden?

Ellas no tienen la finalidad específica de una máscara como ocultar un rostro, sino más bien sacar y realzar el interior. Ponen a relucir la naturalidad, el origen y esencia de cada personaje. Yo los presento como siluetas, lo realmente importante está en el rostro, particularmente, lo que se presenta como maquillaje.

¿Cómo usas la máscara para “desenmascarar”?

El modelo lo tengo en la cabeza. La figura es real, en una persona, sin embargo, sólo juega el rol de la silueta de lo que quiero construir. Tanto así que mis personajes finales parecen asexuados, tanto hombres, como mujeres o niños. Y así empiezo a ensamblar partes, para conseguir la idea que tengo y armar el espectro o ser ficticio.

¿Qué pasa con el semblante duro, crudo y de mirada impetuosa?

Es cierto, hay un vínculo con la oscuridad, muchos lo encuentran hasta tétrico. Pero a algunos les provoca tristeza, a otros los hipnotiza y depende, siempre depende de las vivencias y momentos que cada cual esté pasando al momento de enfrentarse al cuadro.

¿Qué rol juega la flor?

Trae a los personajes a su naturaleza. Le da serenidad a la obra y la equilibra. Sin la flor se ve pesado. Sin perjuicio de ello, son ellos mismos los que utilizan todo este tipo de indumentaria, se adornan y embellecen mucho. Mi obra no es lo mismo sin la flor. Su color, lo natural y espontáneamente alegre genera un contraste con el semblante del protagonista de las fotografías.

¿Esperas visitar África?

Sí, estoy en eso. Me llama la atención la cultura, no quise ir porque hasta el momento he estado en un proceso de investigación conceptual y de auto-reconocimiento, pero ya está en mis planes el viaje.

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