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A veces reprimimos la necesidad de dar un grito ensordecedor ante las injusticias que nos agreden, afortunadamente existe el arte para que esa exclamación se amplifique. Sobre esto trata la obra de León Ferrari, un artista argentino que nunca colgó la obra de arte de un clavo, sino del momento histórico en que fue concebida. En su hacer es Grosz, Kieffer, Munch y al mismo tiempo cada grito tiene la perfecta resolución plástica de una manzana de Cézanne.


Por Julio Sapolnik

“Quien ha pensado lo más hondo, ama lo más vivo” expresó el poeta alemán Hölderlin y este pensamiento se hace presente al recorrer la muestra de León Ferrari titulada “Recurrencias” en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires; una exposición antológica compuesta por 250 obras con la curaduría de Cecilia Rabossi y Andrés Duprat. Procedentes del acervo del Museo, de la colección de la familia Ferrari y de la Fundación León Ferrari, la muestra se constituyó a partir de cuatro núcleos temáticos: «Abstracciones», «La civilización occidental y cristiana”, “Infiernos y otras cuestiones devotas” y “Ciudades y arquitecturas de la locura”.

En 1962, León Ferrari comenzó a realizar dibujos caligráficos o “Cuadros Escritos” sobre papel.  El texto podía contener breves referencias a Dios o a la Asociación Bucal Norteamericana. No importaba el contenido, porque era una expresión plástica creada desde una estética no comprometida que daba cuerpo a una serie visual a través de la palabra.

Cuando comenzaron a llegar a Buenos Aires las noticias sobre la guerra de Vietnam, esto lo sacó del mero “Arte por el Arte”. Un incidente en el Golfo de Tonkin le permitió a Estados Unidos entrar de manera directa en la guerra de Indochina. Dijo León: “Casi todos los artistas trabajan de espaldas al pueblo haciendo placeres para la elite cultural que los promueve y para el dinero que los compra. Y los artistas de vanguardia, de espaldas al país, buscan su prestigio en centros internacionales, colaborando con el arte occidental justificando los excesos de Occidente”. En 1965, las agencias internacionales de noticias explicaban que las bombas que caían en el sudoeste asiático eran un acto de defensa de la civilización occidental. Así nació la obra “La civilización occidental y cristiana”, para la cual ensambló un cristo de santería sobre la maqueta de un avión F-4 Phantom II norteamericano de dos metros de alto. «El arte no es belleza ni novedad; el arte es eficacia y perturbación», exclamó.

La civilización occidental y cristiana 1965

La civilización occidental y cristiana (1965)

León se destacó como un experimentador empleando el collage. Así ilustró “Nunca Más”, un libro editado al regreso de la democracia, con los testimonios de los torturados durante la dictadura militar en los años `70. Allí se une el rostro de Hitler con el General Videla, la caída al infierno de los ángeles rebeldes sobre la Casa de Gobierno de Argentina o un querubín pintado por Miguel Ángel que sobrevuela la figura de un arzobispo de la iglesia católica.

“El peor pecado para el cristianismo, luego del homicidio, es hacer el amor por placer” pensó, dando origen a una serie de collage donde supo unir las xilografías orientales de alabanza al amor con la condena occidental y cristiana del Kamasutra en el infierno.

Un ejemplo destacado que pertenece a la colección del Museo Castagnino de la ciudad de Rosario es la reproducción que tomo de un dibujo de Utamaro sobre la masturbación femenina para escribir sobre ella en sistema Braille “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.  León utilizó el alfabeto para ciegos sobre fotografías de cuerpos desnudos femeninos, para sumar al espectador, quien debía pasar sus dedos sobre la figura para completar el sentido de su expresividad. Desde el arte podía unir un poema de amor de Jorge Luis Borges con las fotografías de Man Ray. También Ferrari experimentó con las convenciones visuales para provocar a quien las mira, a detenerse, a conmoverse, a entender y quizás tomar posición. Fue un artista libre para utilizar los más diversos materiales: yeso, cemento, madera, alambre en sus esculturas y objetos cotidianos, como los más variados pigmentos y tintas en sus dibujos. Pero también fue más allá. No dudé en colocar sobre el piso una copia del “Juicio Final” de Miguel Àngel de la Capilla Sixtina y ubicar sobre ella una jaula con un ave para que caigan sus excrementos. Hoy vistas las diferentes realizaciones enmarcadas pendiendo sobre el muro, se observa una pátina jamás humanamente lograda.

“Nos pasamos la vida condenando los excesos humanos, pero al mismo tiempo no abrimos juicio sobre el campo de concentración más terrible, que es el infierno” expresó en 1986. Surgió así una nueva serie donde los santos eran condenados a las torturas más atroces con elementos cotidianos de cocina, podía ser un rayador, un calentador eléctrico o una plancha para hacer bifes de lomo. León se preguntaba ¿por qué en el catecismo la iglesia apoya los derechos humanos en la Tierra y por otra parte pregona su violación en el más allá?

Exhibidos en su retrospectiva del año 2004 en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, justo al lado de la Iglesia del Pilar, provocó una ira muy grande. Grupos ultra religiosos fueron a romper vitrinas y obras mientras rezaban el rosario. El actual Papa Francisco, en ese tiempo Cardenal Primado de la Argentina Jorge Bergoglio, lo llamó “blasfemo”. Los artistas, críticos de arte y directores de museos salieron a abrazar la exposición, mientras Ferrari se preguntaba por qué la iglesia no había reaccionado así cuando ante el altar de la capilla de al lado el dictador y genocida Teniente General Jorge Videla se confesaba.

León Ferrari dejo de ser un artista de culto y obtuvo un reconocimiento internacional.

Llevó a cabo exposiciones individuales y colectivas en los más importantes centros y eventos artísticos del mundo, como la Documenta de Kassel, Haus der Kulturen der Welt, (Berlín), Museo Ludwig (Colonia), Alemania; Pinacoteca do Estado, Bienal de San Pablo, Brasil; Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Argentina; Smithsonian Institution, Washington D.C., Estados Unidos; Bienal de La Habana, Cuba, y Museo de Arte Carrillo Gil, México D.F, entre muchos otros.

En 2007, recibió el León de Oro al mejor artista en la 52° Exposición Internacional de Arte Bienal de Venecia, Italia. En 2009, realizó una exposición en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York y, en 2010 fue invitado de honor en Les Rencontres d’Arles, Francia, ocasión en la que presentó una gran retrospectiva de su obra. En los últimos años, el Museo Reina Sofía de Madrid y el Centro Pompidou de París le han dedicado exhibiciones.

Un justo reconocimiento para quien en vida nos sorprendió con su Arte y además, nos hace pensar…

Julio Sapollnik | Crítico de Arte