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Curaduría: Thiago Verardi

Esta exposición reúne obras desarrolladas desde el año 2015, con la serie «Fronteras y límites», que consiste en la superposición de territorios en situaciones de conflictos hegemónicos o unificados por flujos migratorios. Explorando conceptos geopolíticos de la historia global y disolviéndolos, se relaciona la estética frágil del bordado con la incertidumbre de las circunstancias. El hilo rojo representa la sangre y fuego que, metafóricamente, es la energía de los indomables instintos humanos: combustible para la revolución.

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Some Economies | Alejandro Sánchez Suárez | Sala Gasco

El segundo acto de esta investigación nació de intervenciones en billetes, transfiriendo el enfoque de los escenarios a los rostros de los protagonistas de los problemas políticos: las autoridades militares que detentan el poder de guerra, los héroes nacionales, la monarquía y los pueblos originarios. En ellos, repetidamente encontramos en el discurso la palabra amenaza, que expresa el sentimiento recíproco entre los extremos de la pirámide social asimétrica que fomenta la lucha de clases.

Quedan invisibles las manos que controlan la economía, decisivas en cualquier elección o sistema. Independiente de la posición ideológica de los gobernantes, la frase “por la razón o la fuerza”, confirma el patrón de comportamiento de élite no partidista que respalda su propia perpetuación en el poder. Es así como el billete pasa a ser la plataforma que hace evidente su ambigüedad; y, aunque, las monedas presentadas en las obras ya no sean de circulación oficial, su condición sigue siendo atemporal y permanente.

“Es imposible gobernar el mundo adecuadamente sin Dios y la Biblia”, reza una de las  obras.

El contenido visceral de la crítica es directamente proporcional a la flexibilidad de la ética evidente en varios contextos democráticos y a la hipocresía de sus instituciones, dadas las circunstancias en las que la equidad parece un ideal utópico.

Las consecuencias del neoliberalismo salen a la luz en un amplio espectro, que abarca  desde cuestiones psicológicas relacionadas con la identidad y el medio ambiente, hasta la licencia poética del artista para quemar un billete en alusión a incendios en áreas de conservación del Amazonas, justificada por la necesidad de perpetuar la producción agrícola.

Este entrelazamiento invita a un debate interdisciplinario sobre por qué el crecimiento económico está más protegido por la ley que los derechos humanos; destacando la necesidad de políticas estrictas de sostenibilidad en el libre comercio y la aplicación para que sus resultados sean efectivos.

Estos trabajos dialogan de manera curiosa y profunda con la teoría del antropólogo Marc Augé de «No-Lugares», que analiza los espacios públicos despersonalizados y sus relaciones contractuales. Por ejemplo: aeropuertos, habitaciones de hotel, campamentos de refugiados, así como cadenas de supermercados que representan a compañías multinacionales.

Podemos extender esta perspectiva a los paraísos fiscales extraterritoriales garantizados por el anonimato para sus controvertidos clientes que concentran y protegen cantidades extravagantes de riqueza. El no-lugar es el arquetipo del viajero y lo opuesto a la utopía.

La idea de nación, originalmente relacionada con la ancestralidad, se disuelve en una sociedad globalizada de máxima expresión capitalista en la cual las nociones de pertenencia están influenciadas y, por lo tanto, confundidas por tradiciones económicamente establecidas. Mientras, la tentación del narcisismo se manifiesta en un intento de mostrar supremacía cultural a través de la apropiación de símbolos de estatus.

Este fenómeno se puede observar en Sanhattan, donde parece que no hay espacio para la bandera mapuche (¿signo del complejo de inferioridad de la patria colonizada?).

La legitimidad contradictoria de los símbolos nacionales exige ser reinventada, ya que la estética siempre es política y merece honrar lo que ha sido excluido desde la génesis de este país.

Martín Eluchans es tan subversivo como inquieto al incluir la canción de Violeta Parra «Miren como sonríen» en una bandera chilena que fue izada por primera vez el día después del golpe militar del año 1973; rectificando el aura trágica de esta reliquia-testigo.

Es por sincronía, no coincidencia, que esta exposición estalle con las manifestaciones en Chile, buscando reforzar el clamor popular para una distribución más equitativa de los recursos. El propósito intangible del arte, además de señalar problemas, es provocar la iluminación en la mente humana y desencadenar acciones que transformen en literal el sentido irónico del título de esta muestra: Dulce Patria, feliz copia del Edén.