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“… por más ‘simples’ que fueran en apariencia, en sí mismas no eran ‘formas elementales’

sino formas complejas que hacían algo más que transmitir

las condiciones de meras experiencias sensoriales”.

Georges Didi-Huberman

Con el objetivo exponer los inicios y fundamentos del arte minimalista, posminimalista y conceptual, llega a Fundación PROA (Buenos Aires, Argentina) una muestra que reúne obras tempranas de Bruce Nauman, Fred Sandback, Sol Lewitt y Dan Flavin, bajo la curaduría de Katharine J. Wright.

La exhibición Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo / 60’ – 70’ se presenta como la puesta de un “universo estético” en dónde confluyen formas y dispositivos, con la premisa de contextualizar y vincular la diversidad de expresiones de un arte dotado de un “mínimo de contenido artístico”, según acuñó el filósofo Richard Wollheim (1965).

En una primera lectura, las obras reunidas responden a los rasgos comunes de producciones que apuntaban a eliminar toda ilusión, todo detalle y toda temporalidad. A pesar del rechazo manifiesto de sus principales exponentes de ser confinados dentro del minimalismo.

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Sin embargo, en una segunda instancia es posible determinar otro de los preceptos que aúnan a estos artistas, quienes coincidían en la voluntad de trabajar con foco en el despojo iconográfico y representativo, en pos de la construcción de presencias que privilegiaran la idea por sobre la realización.

En este sentido, el término presencia sirve para ir más allá de la tautología del what you see is what you see y ampliar el recorrido a través de estas “tendencias artísticas que revolucionaron las narrativas contemporáneas”, según se afirma en la presentación de la muestra; y a través de la propuesta curatorial de Wright.

De esta forma, pensar desde la contemporaneidad las obra de estos cinco artistas, “que despojaron el arte hasta dejarlo en su esencia”-como indica la curadora-, nos acerca a los postulados que Georges Didi-Huberman expresa en el libro Lo que vemos, lo que nos mira, en relación a la calidad dialéctica y crítica de las imágenes que surgen dentro de este “movimiento”.

En este marco, el autor manifiesta el devenir de estos objetos específicos en especie de sujetos, señalando que “ese what o ese that del objeto minimalista existe como objeto tan evidentemente, tan abruptamente, tan fuerte y ‘específicamente’ como usted como sujeto”.

Así, esta cuestión refiere a un carácter relacional de estas obras y a la paradoja misma de los objetos minimalistas, que Didi-Huberman rescata de Michael Fried: “Por un lado, su pretensión o su tensión hacia la especificidad formal, la ‘literalidad’ geométrica de los volúmenes sin equívocos; por el otro, su irresistible vocación por una presencia obtenida mediante un juego –fatalmente equívoco- con las dimensiones del objeto o su puesta en situación con respecto al espectador”.

En este sentido, el enfrentamiento con la obra «Untitled (to Donna) 6», 1971 de Dan Flavin, ubicada en la última de las salas de la fundación, le entrega al espectador la posibilidad de una experiencia que deja de referirse a la presentación de la formas y de los materiales de una época de vanguardia artística en EEUU, para exaltar la inmaterialidad de la luz y su configuración en un espacio aparentemente vaciado y confinado.

Por su parte, las “esculturas situacionales” de Fred Sandback creadas con hilos acrílicos, dispuestas en la sala más grande de la Fundación PROA, brindan la posibilidad de tránsito e intervención del vacío como contenidos artísticos, a pesar de que el texto que las acompaña refuerce que “no remiten a nada más allá de sí mismas”.

En esta línea, el recorrido por las obras de Sol Lewitt se presenta como una puesta en tensión en la que prima la decisión antes que la ejecución, en dónde la presencia en sala de sus “Opiniones sobre el arte conceptual” contribuyen al adentramiento en la mente de alguien para quien “la idea o concepto es el aspecto más importante de la obra”.

Finalmente, este recorte incluye también, entre otras obras, cuatro videos de Bruce Nauman en los que la repetición performática del artista en 1967, no sólo dan marco a lo que se conoce como posminimalismo y conceptualismo sino que a su vez remarcan la necesidad de emprender proyectos alejados de cualquier indicio narrativo.

En este sentido, la propuesta curatorial de la muestra, que versa sobre un “Racionamiento espacial” desde el título de su texto curatorial, no dista mucho de esta atribución relacional de los objetos minimalistas por contradictorio que esto parezca, en vez, se explicita al señalar con palabras de Susan Sontag la importancia de recuperar nuestros sentidos ante estas obras: “Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más. Nuestra misión no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad posible de contenido, y menos aún en exprimir de la obra de arte un contenido mayor que el ya existente. Nuestra misión consiste en reducir el contenido para lograr ver la cosa en sí”.

Depurar el exceso para ver la cosa en sí no pareciera traducirse en vaciar la apreciación, sino en el llamado a situarnos en ese lugar en dónde la esencia se convierte en sujeto protagonista, y en dónde no hay atribución sino cuidado en el detalle.

Minimalismo, posminimalismo y conceptualismo/’60-’70 (julio a octubre) Fundación Proa. Dirección: Av. Pedro de Mendoza 1929. Buenos Aires, Argentina.

“Sin embargo, frente a esta forma perfectamente cerrada y autorreferencial habrá que admitir, indudablemente, que en ella bien podría estar encerrado algo distinto… Entonces, la inquietud sustrae al objeto toda su perfección y toda su plenitud. La sospecha de algo que falta ser visto se impone en lo sucesivo, en el ejercicio de nuestra mirada, que se vuelve atenta a la dimensión literalmente privada, por lo tanto oscura, vaciada, del objeto” (Didi-Huberman 2017, p. 78)