Martín Letelier Eltit empezó a estudiar composición a los 18 años en la Universidad de Chile, y hace dos años se trasladó a Colonia, Alemania para realizar un Master en Composición Instrumental, con el profesor Markus Hechtle en la Escuela Superior de Música y Danza de Colonia, Alemania (HfMT Köln). Su estadía en Europa le ha mostrado que el mundo de la composición puede ser mucho más amplio de lo que se vive en Chile y ha podido trabajar con importantes ensambles y directores.
Dado a que, a nivel general en la sociedad chilena, se sabe poco sobre los compositores de música contemporánea, en Arte Al Límite hemos decidido abrir este espacio para la difusión de esta profesión que requiere de estudios profundos, constantes e intensos. En este oportunidad, el compositor chileno nos explica cómo ha sido la experiencia de estudiar fuera del país, el trabajo realizado con el Ensemble Musikfabrik y los resultados del estreno del I movimiento de la obra «Ya no van a haber robots», basada en el poemario de Florencia Edwards, que se realizó en una colaboración entre la HfMT Köln y el Ensamble Musikfabrik, en el marco de «Adventure«, dos jornadas de conciertos que se realizaron entre el 27 y 28 de junio.
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¿Cómo ha sido la experiencia de estudiar composición en Alemania?
Ha sido una experiencia necesaria. Sacar el producto artístico del contexto chileno y exponerlo aquí, hace que la respuesta del entorno sea totalmente distinta, generando otro tipo de diálogos que han impactado con fuerza las ideas que solía tener sobre la música contemporánea y sus alcances.
Además, ha sido interesante observar la variedad de espacios que existe para ejercer la composición. En Alemania, la música no vive solo en la sala de conciertos tradicional, también existe una fuerte actividad de plataformas, como el Musiktheater, Performance, Óperas de bolsillo, entre otras, que tienen la misma importancia que los conciertos convencionales de cuarteto de cuerdas u orquestas. En este sentido, el concepto de compositor es amplio y versátil, y se puede aprender mucho de ello.
«El proceso de trabajo fue lo mejor que uno podría esperar como compositor»
¿Qué dificultades, a parte de la idiomática, se te han presentado?
La dificultad más grande ha sido acostumbrarse al ritmo de trabajo que implica ejercer como compositor aquí en Colonia, manteniendo a su vez el contacto profesional activo con Chile.
Por ejemplo, antes de este estreno con Musikfabrik, tuvo lugar en Marzo el estreno en Chile de mi obra El Eremita Licencioso para fagot y cuarteto de clarinetes, comisionada por el fagotista Gonzalo Contreras. Y apenas un par de meses antes de ésta, fue el estreno -en Colonia- de mi obra coral 0/P Prometheus, escrita para el Studienstiftungschor Köln. Así suma y sigue, el próximo encargo que debo rendir es para mediados de Agosto, que consiste en una nueva obra coral encargada por la Chorakademie Dortmund y que se publicará en el marco de la conmemoración del natalicio de Beethoven el próximo año 2020. El diálogo entra ambos países, las diferencias horarias y el trabajo constante mientras estaba estudiando ha sido un tanto complejo.
¿Cómo fue la experiencia de componer para el Ensemble Musikfabrik?
El proceso de trabajo fue lo mejor que uno podría esperar como compositor. En primer lugar, me permitieron invitar al proyecto a la cantante María Portela, una excelente soprano portuguesa que se está formando en Colonia con Christoph Prégardien. Yo quería que ella cantara, porque además de tener una voz privilegiada, puede cantar en español perfectamente. Tuve además la posibilidad de elegir los instrumentos que yo necesitaba para la obra, dentro de la planilla de intérpretes del Ensemble Musikfabrik, conformada por especialistas en música contemporánea. Con ellos me mantuve en contacto durante el proceso creativo, lo que guió en parte el resultado.
Lo interesante es que, al disponer de abundante tiempo de ensayo, pude arriesgarme a probar ideas sonoras que, con sugerencias de los mismos músicos y su conocimiento a fondo de las técnicas extendidas, pudimos probar de distintas maneras antes de definir una solución. Esto permitió seguir retocando la obra durante los ensayos, algo así como un workshop, con lo que aprendí un montón. Contar con abundante tiempo de ensayo es un privilegio inusual. En otros contextos, como por ejemplo de música sinfónica, el tiempo de ensayo es sumamente acotado y es mejor no tomar riesgos, por lo que se tiende a tranzar entre probar ideas nuevas y mantenerse en un marco de escritura orquestal seguro.
¿Cuál fue la recepción del público?
En un comienzo me temía que, al ser la obra en español, pudiera no resultar interesante. Sin embargo, y para mi sorpresa, recibí un feedback positivo tanto del público como de los mismos músicos. En especial Elías (el director) y María (la cantante), quienes quedaron encantados con la idea de continuar componiendo otras secciones del poemario.
«La composición estrenada el pasado jueves, de 8 minutos de duración, vendría a ser solo el primero de varios movimientos que quisiera componer basados en este texto»
¿De qué forma surgió la idea de trabajar con el libro de Florencia Edwards?
Había leído algunos poemas y cuentos de Florencia Edwards, y siempre me llamó la atención la aparente normalidad en que se desarrollan sus relatos, rodeada de objetos y escenarios inquietantes, en una atmósfera que puede ir desde lo infantil a lo siniestro rompiendo con todo paradigma moral. Es por esto que, en mi búsqueda de un texto pensé en Florencia y le pedí que me enviara más escritos suyos. Fue así como llegó a mis manos “Ya no van a haber Robots”.
¿Qué elementos del libro, te llamaron la atención para crear esta composición?
Inmediatamente supe que quería trabajar con ese texto. Sobretodo porque se trata de un poemario que relata una historia de principio a fin, y no son poemas aislados. Esto da un potencial para generar una obra de mayor envergadura. De hecho, la composición estrenada el pasado jueves, de 8 minutos de duración, vendría a ser solo el primero de varios movimientos que quisiera componer basados en este texto.
Además, el libro posee un universo fantástico tan auténtico y sugerente que me induce a ampliar mis propios límites en la concepción de ideas musicales.
¿De qué manera reflejas la sensación de confusión y terror que existe en la historia de “Ya no van a haber robots”?
La música potencia la tensión existente en el texto, a través de un pulso acelerado y momentos de gran volumen sonoro, con motivos musicales que se repiten rápidamente. Sin embargo, hay momentos en que quise reflejar esta tensión de una manera más latente que explícita, por lo que hay también secciones lentas y bastante líricas, que aportan matices más sutiles pero mantienendo una sensación general de inquietud. Es en este tipo de situaciones en que el trabajo musical es especialmente interesante, pudiendo presentar distintas capas emocionales simultáneamente o realzar aspectos del texto no tan evidentes en la superficie.
La dirección, ¿se manejó como esperabas?
La dirección estuvo a cargo de Elías Peter Brown, un director joven que reside actualmente en Londres y fue invitado especialmente para este proyecto en Colonia. Pocas veces he trabajado con alguien de una inteligencia musical tan sensible y fina. Tuvo una claridad instantánea de la obra, y eso hizo que desde el primer ensayo supiera equilibrar el ensamble de la manera óptima, potenciando la obra a un nivel más allá de lo imaginable. La dirección no podría haber sido mejor.