El dramaturgo y director Jesús Urqueta conversó con Arte Al Límite en la entrevista que les presentamos a continuación. Sus obras han marcado la escena actual, recorriendo varios de los teatros más importantes del país, con trabajos que regresan en nuevas temporadas como Arpeggione o Prefiero que me coman los perros. También conversamos sobre el teatro como terapia y su rol como profesor de actuación.
Nació y se crio en Ovalle, donde salía a recorrer los paisajes en bicicleta con su abuelo. Usa casco aunque dice que en todos los años que lleva andando ha tenido varios accidentes, pero nunca se ha pegado en la cabeza. Si iban compañías a Ovalle, o si viajaba con su papá, veía obras de teatro. Su padre era asiduo espectador, él tiene recuerdos de asistir a obras desde los 8 años. Para el niño Jesús Santiago era sinónimo de teatro.
“Para mí el teatro en sí es un arte colectivo que es revolucionario porque es colectivo en una sociedad individualista”
Urqueta estudió en un colegio de curas vascos, San Viator de Ovalle. Aprendió a cocinar, plantar verduras, convivir con la diferencia, sobrevivir a salas de 47 estudiantes; aprendió a llevar la convivencia entre hombres y el bullying cuando nadie lo llamaba bullying, que lo hizo pelear para defenderse. Aprendió, dice, lo que significa ir todos al cumpleaños del niño que tenía más plata, e ir todos al cumpleaños del que tenía menos, y la generosidad que vio en ambos. Lo considera una muy buena experiencia, que agradece aunque lo expulsaron de ese colegio y tuvo que hacer cuarto medio en otra escuela, de otra ciudad. En esa escuela conoció el teatro, en un taller del colegio de Iquique. Luego, en los dos años que estudió periodismo también hizo algunos talleres de teatro para aficionados. Después estudió actuación. “En segundo año me di cuenta de que estaba bloqueado para actuar, pero me gustaba mucho el fenómeno”, dice. Al egresar se “obligó” a seguir ligado a las tablas y comenzó a impartir clases. No sentía vocación por ser director ni por hacer clases, pero sentía que debía seguir en el teatro, aunque tenía la certeza de que no le gustaba actuar. A los 24 ya hacía clases y eso lo hizo descubrir la dirección. “Ahí dije este es el lugar que me gusta”, comenta. Desde entonces no ha parado de dirigir y ejercer la docencia.
¿Cómo decides que una obra merece ser montada?
Son dos respuestas, porque hay dos opciones que he tomado desde hace unos años, están las obras que son de mi autoría o de mi inquietud y, también, hace un tiempo estoy aceptando trabajos de director por encargo. Diría que hay dos formas de elegir qué obra merece ser montada, una es una inquietud moral que tiene que ver con cierta línea autoral relacionada con escenas contingentes de la historia política chilena, y que, creo, obedecen a una “línea editorial” de la compañía con la que yo más trabajo, Teatro Versión Oficial, donde trabajamos historias ocultas de la transición y la democracia post dictadura. Creo que desde ese lugar obras como C (Civil), La oficina, Cómo llenar este agujero que tengo en el corazón, Todo se limita al deseo de vivir eternamente y Cuestión de principios se enmarcan en esa temática. Y por otro lado está el trabajo como director que tiene que ver con estar inserto en un mercado y desde ese lugar, con todo lo terrible que suena esa palabra, entender que a veces uno elige ciertos textos, ciertos trabajos. Desde ese lugar la línea personal que me he hecho tiene que ver con dramaturgia que creo que sea interesante, contingente y, también, que sea un desafío, como la que estoy haciendo ahora que es una versión de la Flavia Radrigán de El rey Lear, que es un trabajo que estrenamos en mayo, dentro del marco de Teatro Hoy, que es una producción de Corporación Cultural de Quilicura. Es un texto con una intensidad y profundidad que a mí me atrae poder llevarlo a la escena y poder tratar de montarlo. El monólogo lo transformé, logré que aceptaran volverlo a dos personajes, y está el desafío de contar una gran historia con pocos personajes.
“El desafío para mí fue súper grande porque tuve que traicionar un poco lo que pienso del teatro”
¿Tú crees que Cuestión de principios también tiene este valor?
Cuestión de principios es una obra que se nos ocurrió a partir de un hito que tiene que ver con la inquietud de la compañía Versión Oficial por trabajar sobre la temática de la transición y la democracia post Pinochet. Y que tienen que ver con cómo celebraban o conmemoraban los 30 años del Sí y el No era una temática que a nosotros nos permitía seguir indagando en lugares ocultos de la democracia chilena. Surgió la inquietud para trabajar ese texto, trabajar una versión de ese texto con Alejandro Goic, dentro de la idea que teníamos nosotros con la Amalia era que el actor que interpretara al personaje principal no fuera solamente un actor que interpretara un personaje, sino que trabajáramos con la biografía y prestara su cuerpo como un archivo. Alejandro cumplía con eso, no solamente es un gran actor, es una gran persona y también fue un gran militante político y activista, que estuvo metido en esta parte de la transición a la democracia. Es un poco biográfico, es que en el fondo, en Teatro Oficial nosotros al trabajar temas contingentes siempre hay lugares biográficos que hemos trabajado en todas nuestras obras, también desde el periodismo, entrevistas, datos reales, denuncias reales.
¿Por qué volver a montar Prefiero que me coman los perros?
A mí me gusta la obra por lo que te decía en la primera pregunta, fue un desafío primero que todo que te digan “Jesús, queremos que trabajes con esta dramaturga con la que tú nunca has trabajado, pero que van a ir construyendo en el camino esta obra” y, por otro lado, también me parecieron las condiciones de ser súper respetuosos con el texto. Generalmente, como trabajo yo, creo que el director, sin transformarse en un dramaturgo, se trasforma en un editor escénico. Pero acá el compromiso era montar fidedignamente en el escenario el texto que escribiera Carla. El desafío para mí fue súper grande porque tuve que traicionar un poco lo que pienso del teatro y dialogar con una forma de trabajo distinta a lo que estaba acostumbrado, y desde ese lugar me gusta el resultado, porque también me hizo conocer otra forma de trabajar.
“Me gusta el ambiente que se arma en el estadio, lo encuentro bien teatral”
¿Hay algo de enseñar a ser un personaje cuando eres director?
Lo que pasa es que sobre todo con el trabajo en la universidad uno se ha ido como profesionalizando en esta cosa de la pedagogía, yo para enseñar los contenidos teatrales estudié un Magister en artes con mención en pedagogía teatral, estudié metodologías de enseñanzas y me he ido haciendo mi propia metodología de trabajo con estudiantes de teatro y también con actores, que son cosas súper diferentes. Una certeza que tengo es que no trato a ninguna persona de la misma manera que a otra, yo no creo que haya que tratar a todos iguales o que haya que tener una fórmula para enseña o dirigir teatro, yo trato de ir dialogando con cada estudiante, actriz o actor de una manera diferente. Por el cuerpo que tiene, por las ideologías, las formas que tienen. Hay actores que siento que necesitan que tú los dirijas más, hay actores necesitan que tú no los dirijas; hay actores que entienden inmediatamente el contexto y te lo pueden explicar mejor que tú, actores que no. Como director o pedagogo teatral uno tiene que ser capaz de descubrir qué tipo de persona tiene al frente, y poder encontrar el camino para que, él o ella, resuelva de la mejor manera el personaje, pero a partir de su identidad.
¿Falta teatro en las escuelas?
En enseñanza básica y media yo creo que sí, creo que el arte escénico y el ate en general deberían estar más en las escuelas, primero por cultura, y no solamente me refiero a la asignatura de teatro, creo que los conceptos de arte, cultura, la historia del país, deberían ser mucho más dialogados, no solamente como un dato histórico o estadístico, deberían enseñarnos a reflexionar sobre la cultura desde el arte, y ahí entrarían las artes visuales, escénicas, las artes circenses igual las encuentro interesantes. Sí, es muy necesario el trabajo del teatro, pero por una cosa transversal que tiene que ver con el desarrollo de puntos de vista, con el posicionamiento de una entidad, entender y construir con el otro. El teatro tiene formas de comprender el mundo no desde el individualismo, para mí el teatro en sí es un arte colectivo que es revolucionario porque es colectivo en una sociedad individualista. Todavía el teatro cree que personas se juntan con otras personas en un acto de comunicación y tratan de cambiarle la vida a personas que se sientan a ver algo, ese rito que se trata de armar en el teatro es muy revolucionario para la época y desde ese lugar es necesario en las escuelas.
¿Qué haces en tu tiempo libre?
Voy mucho a museos, o viajo, ahora me pegué un viaje de tres semanas a Europa, fui a ver cine, teatro, museos, fútbol, anduve en tren, hice cosas que no hago. Entremedio comencé a leer “Stoner” de John Williams, que habla de un niño de Estados Unidos que creció en el campo y sería el primero de su familia en estudiar agronomía, pero descubre la literatura y la enseñanza.
“Engancho con el teatro desde otros lugares que no son la dramaturgia”
¿A qué tipo de espectáculos te gusta asistir?
Mira, yo separo las cosas. Yo creo que el teatro es mi trabajo. Yo voy mucho al teatro, pero voy a trabajar al teatro. Para ocio me gusta mucho ir al estadio, voy a ver espectáculos deportivos, generalmente voy al futbol, a ver a la Universidad de Chile, Palestino, la Unión Española. Ahora fui a ver al Real Madrid a su estadio a un partido de la liga holandesa, me gusta el ambiente que se arma en el estadio, lo encuentro bien teatral. Voy a competencias de atletismo también. Voy al cine harto y trato de ir al museo y exposiciones, también me gusta la posibilidad de ver música clásica, orquestas de cámara. Y al teatro voy a ver harto, pero a ver cómo la hacen, muy pocas veces logro no estar en el rol de director, voy a trabajar en el fondo, a ver cómo los otros directores o directoras hacen las obras. Me gusta mucho el cine de autor, me gusta mucho Tarkovski. He visto películas libanesas que me han gustado harto, como Incendios, que es libanesa-canadiense y está basada en una obra de teatro. También vi Cafarnaúm, que estuvo nominada al Oscar a mejor película extranjera. Me gusta la cinematografía que tiene que ver con uso del tiempo real, con la contemplación, el silencio, me gusta mucho, más que la palabra y el texto, también me pasa mucho con el teatro, engancho con el teatro desde otros lugares que no son la dramaturgia. Por eso cuando me hiciste la primera pregunta sí, trato de encontrar que el texto me guste, a veces no me gusta el texto pero si hallo en la atmósfera algo que me inspire a crear, igual acepto ese trabajo.
“Arpeggione es una historia de derrota profunda, y yo lo llevo al símil de la historia de Chile”
Pienso en Arpeggione, donde la protagonista parece destinada a no ser una artista reconocida, ¿eso es común en el medio artístico?
Que difícil pregunta. No lo sé. Yo creo que en el medio artístico chileno es muy difícil ser reconocido. Ahora, yo no sé si la gran mayoría busca ser reconocido, quizás sí, quizás no, habría que investigar. Creo en algo que sí tiene la obra, creo que Arpeggione es una historia de derrota profunda, y yo lo llevo al símil de la historia de Chile, de uno como ciudadano, de nosotros que quizás queremos un país mejor y nos dimos cuenta de que perdimos y está muy difícil que lo demos vuelta. Creo que la estructura que me llamó la atención cuando leí Arpeggione tenía que ver con algo que partía derrotado y existía la posibilidad de cambio, pero son los mismos miedos de uno lo que hace no dar el paso. Me interesa el por qué en el momento en que Rosa le tiene que decir “yo quiero ser su acompañante” no lo hace, por miedo, por cosas internas. Y el momento en que Lorenzo le tiene que decir a Rosa “quiero que tú seas mi acompañante”, tampoco lo hace. Por miedo. Creo que ahí hay un trauma que es un símil de la sociedad chilena.
¿El teatro alivia ese trauma?
Hago teatro porque es la forma en que trato de decir lo que pienso del mundo. Trato de no poner certezas porque tampoco tengo muchas. Trato de descifrar qué quieren decir las personas con las que trabajo, que son las actrices y los actores, las diseñadoras y diseñadores, músicos, y los dramaturgos y dramaturgas, que también tienen que decir. Finalmente uno como director o directora está a cargo de este proyecto pero uno representa muchas otras voces. Me resulta interesante ser el canalizador de muchas visiones y puntos de vista. Y esa cosa colectiva que te decía del teatro, lo creo profundamente, yo creo que una sociedad, un país o un colectivo de teatro se construyen desde individuos que forman este colectivo, pero estos individuos son libres, solidarios, tienen autodisciplina, tienen capacidad de autogestión. Esos 4 tópicos para mí son vitales.
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Pienso en el amante sobreviviente de Bryan, el nombre de mi país en llamas, ¿cómo llega ese personaje a reconciliarse para ser esta persona que dices tú que vale la pena para ser parte de la sociedad?
Hablas de Diego, la voz. Creo que primero hay un camino de autocrítica, revisar qué hiciste para llegar a ciertos períodos oscuros de tu vida, revisar qué errores o qué cosas cometiste para llegar a ese lugar y, segundo, tener la voluntad para poder cambiar, creo que esa es una decisión porque encuentro que uno se puede equivocar 20 millones de veces, quizás no en lo mismo pero sí muchas veces, ahora realmente quieres cambiar eso. Acá en el texto de Bryan yo siento que después de escrito el dramaturgo quizás sí tiene una autocritica feroz, pero mientras sucede eso va para otro lado, no sé si está ese arrepentimiento en toda esa obra. Me parece que es la gracia, que lo feroz que tiene es que son puras certezas, que de repente son incomodas, eso es lo que a mí me gusta mucho de ese poemario, que justamente como yo siento que no tengo muchas certezas, él tenía muchas y eso me pareció interesante de montar. Sobre todo para cabros jóvenes que están egresando y tiene mucho que ver con sus historias también. El Bryan es un trabajo que tiene que ver con un contexto pedagógico, y desde ese lugar también hay una voz muy importante, que es la del estudiante que está ahí, no es que yo diga “vamos a montar este texto de esta forma” sino que lo que yo hago es con todo lo que me dijeron que querían hacer “este es el texto que más nos sirve, leánselo ahora, voy a montar lo que ustedes quieran hacer, lo que quieren decir de este texto”. Gracias al magister que te decía separo mucho una obra que estoy dirigiendo de un trabajo pedagógico, no lo enfoco de la misma manera.
Prefiero que me coman los perros está en M100 hasta el 31 de marzo.
Cuestión de principios en Teatro del Puente en escena hasta el 31 de marzo.
En abril Arpeggione llega al Teatro del lago los días 5 y 6.