Tras el éxito de su obra Fe de Ratas, el trabajo de Teatro La María se ha vuelto en un imperdible de la escena nacional. Alexis Moreno (41), fundador, director y dramaturgo de la compañía, afirma que este triunfo se debe a que sus montajes no buscan cautivar a la audiencia ni mucho menos dar clases de moral. “Emocionar y ser paternalista es propio del mal teatro”, opina.
“Deberías estudiar teatro” le comentó un compañero de curso a Alexis tras presentar una obra para la asignatura de lenguaje. Respondió que no le gustaba, que lo encontraba aburrido y lejano, sin embargo, tras leer Edipo Rey de Sófocles, quedó fascinado. “Ahí decidí que quería estudiar teatro. Pero no sabía si era bueno, así que me metí a un taller y allí descubrí toda la preparación corporal que se necesita. De forma paralela empecé a ver muchas obras, entre ellas algunas de Raúl Osorio y Alfredo Castro”, recuerda.
Así, tras dar las pruebas de admisión, Alexis quedó en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Rememora con buenos ojos a su generación, la cual califica como unida y muy proactiva. “Por ejemplo, los profesores que nos hacían actuación nunca nos dirigían: uno mostraba el ejercicio y nosotros mismos nos criticábamos. También nos recomendábamos textos u obras para estudiar, y todos íbamos a leer o al teatro”, afirma.
El contexto social de ese entonces marcó profundamente sus vidas y sus estudios. “Nuestra generación era distinta. La adolescencia la vivimos entre democracia y dictadura, donde el enemigo no era tan claro. Estábamos obligados a encontrar un lugar, y esa fue la curiosidad que nos marcó”. Moreno opina que, gracias a aquello, gran parte de sus compañeros se atrevieron a conocer otras áreas del teatro más allá de la interpretación como escribir y montar. Años atrás era impensable, según él, que un recién titulado de la carrera escribiera un guion o dirigiera un montaje propio.
Incluso él empezó a escribir en primer año de carrera, sin ninguna ambición de ser dramaturgo o director. “Lo que más me sedujo del teatro era la visualidad y la corporalidad, mucho más que el texto en sí. Tener un buen guión en una obra no es tan importante en comparación con la puesta en escena de los actores y sus elementos”, dice.
Teatro La María: desafiando paradigmas
La llegada del año 2000 significó una renovación de la escena teatral. Surgen nuevas compañías y formas de ver el mundo que ponen en jaque modelos más clásicos de la profesión. La Troppa, Teatro del Fin del Siglo, Teatro de La Memoria y Teatro La María son algunas de las compañías que marcaron la escena nacional de a principios de siglo. Moreno recuerda con cariño esos años. “Nuestras primeras obras tuvieron relación con contextos que no estaban presentes en el teatro. Por ejemplo, era muy raro que se saltara la clase media: o eran montajes de grandes clásicos o historias muy marginales, entonces empezamos a trabajar por ahí”.
Tras obtener el primer lugar en el Festival de Dramaturgia y Dirección Víctor Jara, organizado por su misma casa de estudios, Teatro La María estrena su primera obra llamada “El Apocalipsis de Mi Vida”. Inspirada en diferentes mitos urbanos propios de finales de los ochenta, el montaje fue bien valorado por la crítica y catalogado como un gran ejemplo para el teatro joven chileno.
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La compañía creada por Alexis Moreno y Alexandra Von Hummel experimenta con diferentes elementos, como la visualidad y el trabajo actoral, con el fin de crear una poética escénica propia. «No buscamos entregar mensajes ni premisas. El teatro no tiene que entregar moralidad, no pretendemos enseñar nada a nadie. A mí me parece que el mal teatro busca eso: ser paternalista, enseñarle al público cómo pensar. ¿Por qué yo voy a tener la superioridad moral de enseñarle a estos «ignorantes»? Lo que hacemos en nuestras obras es plantear lo que nosotros mismos nos estamos preguntando y la ignorancia sobre ciertos temas», enfatiza.
Esa es la clave del trabajo de Moreno y de la compañía: la contradicción, el fracaso y la violencia de estos pasajes de nuestra historia, donde no todo es blanco y negro sino que se transforma constantemente
Y así es como surgió su última trilogía: Los Millonarios (2014), El Hotel (2016) y Fe de Ratas (2018), obras que visitan miradas de país sobre diferentes temáticas nacionales, entre ellas, el conflicto mapuche y la crisis de la Iglesia católica. El primer montaje se inspira en un suceso ocurrido en La Araucanía el año 2013 y busca contrastar la visión emotiva acerca de su historia. «Cuando empecé a pensar en Los Millonarios sabía que se tenía que hablar del conflicto, pero que, al mismo tiempo, tenía que trascender del mismo. El conflicto existe por algo, y es por la hipocresía histórica del país. Ahí pensé que los protagonista de la obra tenían que ser sujetos desde el otro lado: los abogados ultrafachos que odian a los mapuche, pero que tienen que defenderlos igual porque son los dueños de Chile», explica.
Estas obras destacan por su humor negro y por tener personajes que representan diferentes puntos de vista. Es por esto que no tienen nombres propios en el montaje ya que no buscan representar emociones ni humanidad, sino más bien las ideas que construyen nuestra sociedad.
La recepción de la audiencia ante este primer experimento fue variada: muchos rieron a carcajadas sobre cosas terribles, otros guardaron silencio tratando de comprender qué era lo que estaban viendo, algunos lloraban y otros sencillamente se paraban de su asiento y dejaban la función. Al no existir un mensaje claro por transmitir, más que largos textos y datos históricos relevantes a la causa, el público no sabía cómo responder ante un conflicto nacional que no avanza nada a pesar de los siglos.
Esa es la clave del trabajo de Moreno y de la compañía: la contradicción, el fracaso y la violencia de estos pasajes de nuestra historia, donde no todo es blanco y negro sino que se transforma constantemente. Al respecto, el dramaturgo tiene una posición clara: «no necesito que me traten de estúpido en el teatro, y a mí me pasa que en el teatro político muchas obras terminan siendo muy pasivas, panfletarias finalmente, porque terminan siendo muy puritanas».
Emociones y sensaciones
¿Cómo se puede entender una obra artística sin las emociones? ¿Es posible abstraerse de este elemento humano para comprender una película, una pintura, un libro o una obra de teatro? Alexis opina que la emoción es limitante, engañadora, y que incluso es un término que dejó de usar a la hora de darles clases a sus estudiantes de teatro. Él habla de sensación y de instintos, relacionado más con lo animal y con el sentido de supervivencia.
«Mucha gente nos dice que no nos importa el público. No es que no nos importe, lo que pasa es que para nosotros el público es gente que está a nuestro mismo nivel o más arriba: yo me imagino a David Lynch, a las personas más secas del mundo en el público, y eso me exige que esté todo funcionando de cierta manera», reflexiona. Cree además que la emoción es un mal del ser humano ya que se empieza a acumular en nosotros y nos deja sin reacciones físicas.
Eso no quiere decir que la emoción deba estar totalmente ausente. «Si se quiere contar una historia sencilla, funciona muy bien. Ahí está de ejemplo todo Hollywood y muchas obras también, pero me parece que el teatro no es un lugar donde uno se tenga que ir a emocionar no más, el teatro es un lugar que debiera ser más violento», afirma.
Respecto a la escena nacional, Moreno se suma a las críticas ya conocidas de diferentes actores, actrices y trabajadores del teatro: poco financiamiento estatal a proyectos culturales en general, problemas con la selección de los Fondarts y distribución de ganancias entre las compañías y las salas.
Cuenta que del 100% de la venta de entradas para una función, 60% de las ganancias son destinadas a la compañía y el 40% a los establecimientos donde montan su trabajo, dinero que no se ve invertido en publicidad o producción. «Ellos reciben esa plata solo por haber prestado el espacio y no se preocupan de nada más, se quedan en la comodidad y no hay una apuesta verdadera. Dentro de la estructura de la creación teatral hay tanto que solucionar, pero uno hace obras todo el rato y no te da tiempo para andar peleando, entonces es cansador. Es por eso que la autogestión es la resistencia para poder trabajar tranquilo», sentencia.