Coincidiendo con la semana del arte en Madrid y con la inauguración de ARCO Feria de Arte Contemporáneo, el crítico y curador cubano Andrés Isaac Santana, nos propone SoloGood. Una muestra que se organiza en torno al diálogo entre la obra de tres importantes artistas de Costa Rica, Montserrat Masalles, John Paul Fauves y Aimée Joaristi. Publicamos aquí unas breves palabras del curador acompañadas de un excelente texto del prestigioso crítico español Fernando Castro Flórez.
Cuando dejamos de estar solos
Todo intento de escribir sobre el humor termina, inevitablemente, en una disección atroz o, peor todavía, en el colmo del aburrimiento. Los académicos pretendemos comprender la risa cuando aquello con lo que tenemos familiaridad es con las muecas, transformadas en máscaras que no podemos quitarnos para no revelar que tal vez debajo no hay nada. Tenemos, bien es verdad, citas almacenadas para “salpimentar” el guiso indigesto. Schiller siempre tiene que estar al alcance de la mano, aunque sea para no tener que asumir lo que pensó; por ejemplo, Las cartas sobre la educación estética de la humanidad venían, según parece, a proponer que la emancipación requiere de un juego que acaso sea lo más serio. El yo saturado (cuando se cumple sin drama ni espadas envenenadas la sentencia shakesperiana de que time is out of joint) sabe seguir reglas y conoce la oportuna caja de herramientas que estructura un juego de lenguaje que nos invita a columpiarnos entre el like y el “jajajaja” de la red social. No quiero ser agorero ni reencarno, patéticamente como correspondería, a Laoconte (devorado en este caso por sus “seguidores”) sino que constato que el homo ludens contemporáneo está “petrificado” en el aburrimiento de un just-for-fun.
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En plena epidemia del postureo anodino, Andrés Isaac Santana (un crítico que no conoce el desaliento y que es capaz todavía de mantener un entusiasmo extraordinario cuando escribe o emocionarse en la confrontación con la presencia real de las obras de arte) comisaría una muestra con tres artistas costarricenses: Aimée Joaristi, Monserrat Mesalles y Lefauves. SoloGood es, en palabras del comisario, “un diálogo cruzado” entre esos artistas que tienen como rasgo común “una relación lúdica con el arte”: “la propuesta focaliza esa zona en la que la obra se convierte en locus de divertimento y de expansión, más allá de su densidad conceptual-semiológica”. Es la primera vez que podemos contemplar en Madrid un encuentro de tan prestigiosos artistas centroamericanos que, como apunta Andrés Isaac Santana, vendría a ejemplarizar algunos de los más importantes procesos del arte actual: deconstrucción, apropiación y reciclaje.
Si Aimée Joaristi despliega una poderosa pintura abstracta, Monserrat Mesalles convierte los objetos en personajes “divertidos” y Lefauves plantea una figuración post-pop que tiene una tonalidad lúcidamente provocadora. Más allá del discurso “funerario” (marcado por un “darwinismo tecnológico” verdaderamente a-crítico) sobre la pintura, Aimée Joaristi y Lefauves asumen su pasión sin coartadas, sorteando la angustia de las influencias, convencidos de que el arte es una modulación de las obsesiones. Gestos y sedimentaciones cromáticas (en el caso de Aimée) de impresionante vigor, cuadros de gran escala que se “expanden” más allá del formato habitual o metamorfosis “eróticas” (perpetradas Lefauves que tiene algo de perverso polimorfo) de los personajes de Walt Disney, apropiaciones que saturan el “Mao” warholiano” con un Mickey Mouse despedazado, obras, en fin, que sobrepasan las modas para imponer un imaginario intempestivo y radicalmente contemporáneo.
Si los cartoons mutan desde la diversión infantil hasta la mascarada inquietante de Lefauves, en el caso de Monserrat Mesalles despliega un reciclaje poético que va más allá del objet trouvé surrealista o de la duchampitis que asume el ready-made como mera retórica de la pedestalización. Cien años después de la Fuente firmada por R. Mutt, cuando el único horizonte que contemplamos es el de la “sociedad del espectáculo” hay que reivindicar procesos artísticos que no sean cómplices de la estética anestésica. Los tres artistas costarricenses de la exposición SoloGood vendrían a desmantelar tanto la posición ensimismada (solitaria) cuanto los criterios de validación de la actualidad inercial (una forma de ser “bueno” que tendría que estar en la estela de “lo que se lleva”), invitando a okupar otros espacios, mostrando inequívocos rasgos de entusiasmo, revelando que en el arte es fundamental la hospitalidad. Andrés Isaac Santana se atreve a escribir que esta muestra nos invita a “disfrutar”, consciente de que esa incitación a jugar y a buscar el placer estético es, en una época de cronificación del bostezo, una provocación. SoloGood nos ofrece obras magníficas para gozar y para ello solamente hace falta una cosa: estar dispuesto para “dejarse seducir”.
Fernando Castro Flórez
SoloGood, propone un diálogo -cruzado, superpuesto y enfático- entre la obra de estos tres artistas de Costa Rica, de proyección internacional. Cada uno, a su modo, sustantiva un tipo de relación lúdica con el arte, especialmente, en la ejecutoria de su dimensión artefactual. La propuesta focaliza esa zona en la que la obra se convierte en locus de divertimento y de expansión, más allá de su densidad conceptual-semiológica, trabada en la espesura de los discursos ajenos.
Dos rasgos o signos sobresalen, en una suerte de reclamo de identidad, del conjunto general de sus obras. Por una parte, el principio de de-construcción-apropiación-reciclaje; de otra, esa pulsión que les lleva a formalizar un artefacto visual de claras connotaciones estéticas estrictamente contemporáneas en los que el registro sustantiva un enfoque lúdico. Los tres, de diferente manera, son depositarios elocuentes de la líneas estéticas y discursivas que diagraman la cartografía del arte del siglo XX: la abstracción informalista como gesto reactivo y registro visceral; la deconstrucción del icono pop y su perspectiva posmoderna en lo relativo al pastiche y a la parodia y, por último, el rescate de la ideología duchampiana focalizada en la recuperación del objeto y su elevación a estatus estético interpelante.
SoloGood, más allá de toda pretensión conceptual dura, desea reactivar una puesta en escena en la que se recuperan los índices de disfrute y el confort de la complacencia. Este proyecto se interesa más en el soma que el sema, haciendo énfasis en la cualidad visual de las obras y en sus niveles de seducción. Interesa, más que nada, potenciar ese vínculo inmediato entre obra y espectador, ladeando el lugar hegemónico que adquiere el texto (crítico o curatorial) en la comprensión de la propuesta estética contemporánea.
Andrés Isaac Santana | Curador de la muestra
Aimée Joaristi es una de las más reconocidas pintoras abstractas -de acento informalista- dentro del panorama centroamericano. Nacida en Cuba, ha transcurrido toda su vida fuera de su tierra natal, en una suerte de exilio permanente. Hace ya muchos años que reside en Costa Rica, donde centraliza gran parte de su producción pictórica respaldada por la prestigiosa galería Klaus Steinmetz Contemporary. El rasgo más sobresaliente de su pintura es la rabia. Un modo de proceder frente al soporte que le convierte en una bestia de la materia, adquiriendo así un carácter performativo y confesional su ejercicio pictórico. Su obra se ha expuesto en multitud de ferias, bienales y exposiciones colectivas de artistas latinoamericanos más allá de sus fronteras. Ha exhibido con asiduidad en Costa Rica, Cuba, México, Guatemala, España, Ecuador, Alemania, Chile, Letonia y EE. UU.
Montserrat Mesalles nació en San José de Costa Rica, país en el que reside en la actualidad. Su trabajo resulta un caso excepcional dentro de la dramaturgia objetual de las prácticas artísticas en el contexto latinoamericano. Su obra apuesta por la recuperación y la restitución del valor de los objetos que se acumulan en los cementerios industriales. Estos objetos, en su estricta condición de obras de arte, gozan de una dualidad discursiva: de una parte, responden a los enunciados del divertimiento y de la distracción estética; de otra, respaldan un llamado de atención frente a los paradigmas del discurso ecológico contemporáneo y a todas las políticas de sostenibilidad y conservación. Mesalles no es una escultora en el sentido tradicional del término. Es, con mucho, una hacedora de grandes metáforas, una arquitecta de nuevos sueños, una artista que asume -en primera persona- el compromiso esencial de arte: el de ser una voz que habla e interpela las extrañas dinámicas de este mundo nuestro. Su trabajo pudo verse en la última edición de la Bienal de Venecia, en el programa Personal Structures: Open Borders.
John Paul Fauves, nace en Costa Rica en 1980. Considerado enfant terrible de la pintura, se dice de él que es una bestia de la interpretación y de la ejecución de la misma. Su figuración post-pop de inclinación lúdica -de tono y aire provocador-, le llevan a granjearse extensísimas hornadas de seguidores en Instagram y otras redes sociales. Convencido del poder de la imagen y de su pregnancia iconográfica, emprende una maniobra de apropiación-vaciamiento-extensión del referente que juega siempre a favor de la obra, del gusto masivo respecto de ésta y de su fijación en la retina. Lefauves es una suerte de polimorfo perverso que interviene, como en una danza erótica, los personajes de Walt Disney provocando sintomáticos desplazamientos y alusiones en el simultáneo juego de mascaradas. Revistas como Vogue y Forbes, han acogido en sus páginas el trabajo de este joven artista que es, sin duda, una de las apuestas pictóricas más fuertes de esa zona geopolítica, llamada el estrecho dudoso.