“Las raíces de los artistas son profundas e inextricables
como las de los grandes árboles”
(Mario Vargas Llosa).
“Del pasado y el ahora” es el nombre de la muestra que se exhibe entre el 5 al 29 de septiembre en Fundación Cultural de Providencia, como parte de la exposición “Colección Al Límite, Sin Límites”, donde participan más de 100 obras de 60 artistas internacionales y nacionales, trayendo por primera vez a Chile, al español Lluis Barba, y el peruano Christian Fuchs, con un periplo que confronta la historia personal con escarceos históricos donde el tiempo adquiere una voluble dimensión, a partir de un fetichismo escenográfico derivado de los personajes que abordan, develando ciertas realidades que se dan entre líneas, cuyo denominador común se establece a partir de conciliar estilos que rebasan el tiempo.
Estimulo que en Lluis Barba, se manifiesta en una combinación de factores que constituyen su obra, enmarcada por esa continua referencia hacia la historia del arte con sus Travellers in time sobre: El Bosco, Brueghel, Hubert Robert, El Greco, Picasso o Hearing, entre muchos otros, que van dando forma a un mutable escenario donde pululan una pléyade de glamorosos personajes venidos del cine y la televisión e incluso la prensa sensacionalista, entreverados con conspicuos líderes religiosos y políticos. Lábiles personajes que sin distingo son estigmatizados por un código de barra que de golpe los cosifica, anulando su condición de supremacía e insertándolos en una masa anónima que lidia contra la injusticia. Arbitrariedad que el propio Barba remarca –“Lo incorporo a modo de tatuaje, como un símbolo de pérdida de identidad individual. Un símbolo de homologación, de alienación y de consumo masivo, pues para los poderes fácticos son simples números”.
Subproductos de la globalización estos grandes personajes caen a un set de marginales y anónimos, desnaturalizando su propio mito. Eventualmente aplacado al rodearlos de una atmósfera de apoteósica superficialidad, frivolidad y alocado frenesí, donde conviven el capitalismo y el colectivismo, la monarquía y el papado. Todos indomables pecados de esta monumental parábola de efervescente banalidad y exhibicionismo, donde el mismísimo Barba se infiltra, redoblando la sátira y la concluyente visión radiográfica de esta sociedad “civil – izada”, plagada de endiosados protagonistas que flamean artificiosamente como banderas.
En una vertiente distinta, pero coincidente con a la pérdida de identidad, Christian Fuchs, propone un “revival” de sus propios antepasados, retrotrayéndolos a partir de una Transgeneration o transmutación fotográfica, que viene desarrollando desde el 2013 como un revisionismo personal emanado de su propia experiencia – “Mis primeros juguetes fueron unas fotografías del siglo XIX”. Momento en que empezó todo, cuando su abuela, le hizo conocer cada nervadura de su árbol genealógico, y que él tradujo en las esplendorosas charreteras del Gran Mariscal del Perú, Juan Bautista Elespuru y Montes de Oca, noble descendiente que se esmeró en recrear con puntillosa prolijidad no solo por su atuendo, sino por rescatar la gallardía y altivez de su carácter. Algo que en cierto modo se replica en Carl Schilling, el Patriarca de su raigambre alemana captado en toda su fastuosa severidad. Envestidura que sin embargo, al no estar restringida sólo a figuras masculinas, refuerza la idea de pérdida de identidad cuando Fuchs –autorretratado- se despersonaliza y personifica a sus ascendencias femeninas, como esa tía bisabuela, gran dama de época que destaca por sus hombros descubiertos y su cuello cisne luciendo un pomposo camafeo o quizás un nutrido collar de perlas, que en cierto modo opaca la figura de su tía séptima abuela por línea paterna, envuelta en su señorial recato, doña Dorothea Viehmann. Aún así, lo interesante en Fuchs, es precisamente que no da la espalda al origen y desde ahí rebasa el círculo de la localidad con un encuadre dual entre íntimo e histórico, invitándonos a un sentido viaje a la sorpresa.
Simplemente, ya sea en un recodo de ficción henchido de realidad o en un autorretrato genealógico envuelto por un aura de desdoblamiento, ambos autores se rozan como dos polos a la distancia, pese a la disparidad o el enfoque, dado que cada uno, ya sea con la fotografía o el collage proponen ante todo un homenaje al arte y su historia. Vínculo ejemplificado magistralmente por Lluis Barba – “Mi relación con la historia del arte es una relación de admiración y respeto por los maestros del pasado, muchos de ellos fueron capaces de adelantarse a su tiempo y aportarnos los elementos suficientes para la existencia del arte contemporáneo actual.” Así cada cual a su modo, hace una relectura del pasado al abolir las barreras temporales, cimentando una umbilical relación de espacio-tiempo donde además del respectivo tributo, toman posesión de los íconos recreados. Conversión fundada en la permeabilidad de las imágenes invocadas como un sustrato que atraviesa cualitativamente ambos trabajos.
No obstante, ambas yuxtaposiciones de tiempo y espacio crean una dúctil sensación, lo que favorece no sólo la aparición de un nuevo orden, sino también, una mirada oblicua que fortalece la posibilidad de que el público proponga inesperadas relecturas, casi como un impulso inconsciente donde lo implícito adquiere un valor insospechado, cuyo afluente residual aflora en Barba, como un sarcasmo de gran tamaño. Representación que sin embargo en Fuchs, termina siendo un cuento inacabado o aquel álbum que mansamente va completando como un niño ensimismado en su lúdico racconto.