Los dibujos de Antonio Alza son visualidades de un recorrido que el tiempo modela hasta volverse más complejos, profundos y trascendentales.
Desde chico Antonio Alza se ha interesado por la plástica. Su infancia, en Nuevo Berlín, un pueblito del interior de Uruguay y luego su adolescencia en Montevideo, lo nutrieron de elementos que no se aprenden en la escuela de Bellas Artes. Su crianza se dio en una familia que ha sabido disfrutar de las artes, con incontables cuadros en las paredes y buena música acompañando los días.
El dibujo es parte de su vida, un modo más de decir o comunicar algo que no sea mediante las palabras. Su formación autodidacta se basó desde sus comienzos en la expresión, aquella oportunidad de decir algo acabado mediante la estética y la posibilidad de generar belleza. Con el tiempo ese placer expresivo se fue convirtiendo en una herramienta de trabajo, con un lenguaje propio y un modo de ser definido.
Antonio quiere ser lo más fiel y honesto que puede consigo mismo. Dejar en cada obra un concepto inmutable y puro ante posibles interpretaciones y especulaciones de quien las contempla. El eje que rodea toda la producción de su obra es el hombre. En ese transcurrir de la vida, los sentidos van mutando y transformando la escena en formas nuevas e impensadas. Así van cambiando sus obras.
Los dibujos que realiza se sustentan en, como él mismo lo llama, “una economía de recursos: el soporte y un elemento que raye y haga marcas sobre él”. El estilo de Antonio permite prescindir de elementos accesorios o fondos complejos para concentrar la atención sobre el personaje.
Todo comienza con una idea, un concepto visual que se manifiesta en su cabeza y se transforma en líneas, formas y planos en el papel.
La mayor parte de su producción se encuentra afuera de Uruguay. Hay cuadros en Argentina, Brasil, Chile, México, Estados Unidos, España, Francia, China y Alemania que forman parte de grandes colecciones de arte contemporáneo.
Su trabajo, como él afirma, es un “constante viaje a la complejidad, en el inagotable intento de encontrar un resultado pictórico en el dibujo”, es decir complejizarlo en elementos y acabados así como también en los sentidos que pueda tener la misma producción de la obra a través del tiempo. Finalmente, luego de un largo ejercicio intelectual, Antonio niega la existencia del arte en sí, afirmando que “mi obra le habla al individuo y no a las masas, porque estas son más estúpidas y primitivas”.