Alemania | Fotografía | Nicole Ahland

La dialéctica de la luz en el espacio

“Sin duda no podía explicármelo completamente y sin embargo estaba seguro, había captado el instante a partir del cual la luz, habiendo tropezado con un acontecimiento verdadero, iba a apresurarse hacia su fin”

  • Maurice Blanchot, la locura de la luz

El reconocimiento de la temporalidad en la imagen del espacio está dado principalmente en la aporía de su anacronismo. Como la imposibilidad de pertenecer a un tiempo específico, se escurre silenciosamente la historicidad de la imagen fotográfica entre los dedos del observador. La acción del fotógrafo succiona el velo de la temporalidad, entre las coordenadas sensibles de un presente impreciso, que de alguna extraña forma encuadra en el momento del develar fotográfico. Nicole Ahland se presenta como una artista del misterio estético experimentado en la habitabilidad de espacios interiores.

En este proceso que significa la experiencia de habitar(se) en espacios, Ahland se instala en medio de un mapa racional, que luego permitirá la apertura perceptiva hacia una inteligibilidad sensible del reconocerse en el afuera. Observa la realidad mediante el silencio de la pregunta auto-generativa, este silencio susurra la ausencia de algo desconocido. La obra fotográfica emerge en medio de un proceso de conciencia espacial, en donde, el ojo observador alcanza destellos de autoconciencia en el instante-obturación.

La ausencia humana en sus imágenes significa que no hay “un alguien” que posa ante la cámara. El ojo-fotógrafo es la presencia que articula el espacio como imagen. La comunicación visual abarcada en estas fotografías hace referencia a la percepción de materialidades pasivas cuya actividad se desarrolla en la experiencia estética del observador. El espacio visual aparece ante quien observa como una constelación simbólica que opera en las coordenadas de un “inconsciente óptico”, que abre el acceso a mundos en donde el tiempo y la historia toman un matiz diferente en la experiencia trans-temporal de la percepción artística.

El espacio, experimentado en su “mismidad”, se vive como verbo: “espaciar”, que nos remite a situarse en un lugar y abrir ahí una dimensión específica, concibiendo esta dimensión en su vacío y en su habitabilidad. Nicole Ahland va en busca de vacios habitables, penetra en ese espacio invisible del lugar, como un buzo en el mar, y trae a la superficie poética de las formas una verdad inmanente de la existencia espacial. “Cada cuerpo vivo es un espacio y tiene su espacio: se produce en el espacio y al mismo tiempo produce ese espacio”, decía Henry Lefevbre en “La producción de espacio”.

La producción de espacio artístico aparece en el momento en que el cuerpo va habitando el espacio encontrando. Su habitabilidad abre el campo representacional del espacio interior (al interior del cuerpo) permitiendo, con ese gesto, desplegar coordenadas estéticas sin intervenir materialmente el lugar. La aparición de un cuerpo/conciencia en un espacio visibiliza mediante el ojo observador una serie de vectores simbólicos que reconstruyen el lugar, con la sola obturación habitada.

En la obra Widerschein #1, se aprecia un ángulo que delimita un espacio abierto, de tránsito, marcado por el transcurrir del tiempo a través de la mancha. La verdad concebida como el no ocultamiento de lo real emerge en esta imagen como imperfección. Hay manchas en el muro que dan a entender el antiguo ocultamiento de esas superficies por medio de la instalación, posiblemente de fotografías u objetos diversos, queriendo ocultar la superficie, mostrando otras. Las marcas más visibles en esos muros son un círculo, tres cuadrados y la silueta antropomórfica que recuerda la imagen de una niña. Estas marcan al ser habitadas por la fotografía parecen adquirir la posibilidad comunicativa de un símbolo. Se puede apreciar líneas blancas que recorren las esquinas y que mediante el observador/obturador son instaladas estéticamente en una composición artística del recuerdo, recuerdo abstracto, que vaga en un errar de la experiencia. Entonces, esas líneas marcadas parecen dibujar el sentido espacial de la imagen que demanda ser contemplada. Delimitando la zona de atención, actúa como un marco de obra, casi un soporte inmaterial que de alguna forma tensiona la densidad del muro que contiene, se potencia la idea de un símbolo etérico-fantasmal.

Widerschein #2 muestra un estado de transición, en donde quedan elementos mínimos en el espacio. En el piso, dos mesas bajas y una caja que contiene aparentemente parte del material que arriba colgaba. Arriba en el muro, marcas de polvo con formas de cruz y de cubo: dos crucifijos y dos rectángulos dibujados en la pared. Estas manchas fotografiadas aparecen en el espacio vivo de la síntesis creativa, en donde se articula el mundo representacional, la estética del mismo y las constelaciones del observador. Este, sin mover nada en el espacio fotografiado, crea un mundo latente en la obturación de su contemplación. Cualquier posible dato narrativo va flectándose hacia el inconsciente del lector, que codifica de manera sígnica. Como símbolo poético de un abandono objetual, estas huellas tatuadas se realizan a través de una temporalidad cubierta por una persistente inamovilidad de los objetos dibujados en el muro.

El observador contempla las huellas como presencia de vacío. El abandono del espacio implica de alguna forma su ruptura, el traslado de elementos que serían constitutivos de ese antiguo habitar, genera un desmantelamiento simbólico de un espacio, una remoción energética, en donde todo busca un nuevo orden.

En quer durch den schlaf #3 hay un acontecer en medio de un instante. El espejo ubicado en el piso, da cuenta de una movilidad. El sofá verde alude a un estado de recogimiento, de pensatividad. Esta fotografía se ubica entre lo sedentario y lo mutable, entre la penumbra y la luz de la existencia humana. Los elementos fotografiados funcionan abstractamente como un relato impreciso de una escena en curso, como si estuviera en una pausa del acontecimiento contemplado, en donde el artista captase todo lo inmaterial de una escena por medio de la percepción de su misma materialidad. Una pausa fotografiada y compuesta en el acto mismo de la observación.

En Flügelnnacht # 1 se encuentra una silueta humana en conjunto con la silueta de aves en vuelo. La silueta humana encuentra su proyección en el muro interior que parece ser de meditación. Hay una búsqueda melancólica de encontrarse en ese interior. Esa silueta translúcida en conjunto con las figura de las alas en vuelo entre claros y oscuros, parecen indicar un estado de observación, de ensueño, como un viaje astral en el amanecer o anochecer, desde la penumbra, hacia la luz.

Composiciones de instantes estéticos indican un lugar introspectivo. Todo lo externo es habitable desde lo interno. Los ejes que emergen hacia la superficie de la realidad material son las coordenadas autorales de un habitar interior. El habitar artístico de espacios arquitectónicos en su vacuidad es una forma simbólica de articular una representación de fina auto-observación.

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