Un juego de simulaciones, un juego de realidades
Entre estados duales como el amor, el ego y las inseguridades, la obra de Matiz nos sitúa en un espacio de reflexión sobre lo que somos: nuestra realidad y nuestras simulaciones. Una obra que, en sus propias palabras, se conforma en un 70% por la experiencia del espectador.
Una simple orden, un mandato o un deseo. Una forma de comunicar, transmitir e interpretar. Caminar por los pasillos de una feria de arte nos aleja de ciertas realidades o, quizás, nos acerca más aún a aquella virtualidad con la que se vive en el momento: Take a selfie, una frase que invita a los espectadores a actuar rápidamente. Y ahí el clic en la pantalla teléfono para tomar la fotografía se hace algo inmediato, algo que se realiza sin mediación del pensamiento sino, más bien, a través de una rápida acción, como un acto/reflejo.
Y luego el mensaje sigue porque Camilo Matiz no se queda en la sencillez del auto-retrato tomado por un celular –que es de lo más popular tanto en redes sociales como en internet en general. Una forma mediática de mostrarse, reflejarse, exhibirse e incluso venderse. Una forma más de cosificar el cuerpo y el ser a través de una fotografía, esta vez con una diferencia, mostrar –además– el lugar donde estás, las personas con las que te encuentras y lo “exitoso” que puedes ser. Fake a life, simula y solo simula… tal como Braudillard predicaba en Cultura y Simulacro: “la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo ‘verdadero’ y de lo ‘falso’, de lo ‘real’ y de lo ‘imaginario’”, incluso, hace aparecer como real algo que no es, sumergiéndonos en un falso relato de lo acontecido. Es aquí donde la simulación de una vida puede convertirse en realidad, esa realidad que existe para todos los que miran, revisan, supervisan y vigilan a través del panóptico actual de las redes sociales.
La mirada de Matiz va mucho más allá, no es un cuestionamiento solo a lo contemporáneo o a los simulacros de las redes sociales; es también una postura de libres interpretaciones sobre diferentes mensajes. Es así como I love you, un clásico del amor, la frase más importante en una relación, lo que une a dos personas en un compromiso, puede reflejarse como una cruda realidad que entrega a múltiples lecturas: I’m over you. En palabras del artista: “Esta es una de mis obras favoritas por cómo reacciona la gente. Las parejas pasan muchos momentos y dependiendo del estado emocional del observador, se da la interpretación. Si estás en una etapa pasional, I´m over you, cobra un sentido; si estás en otro momento, alude a otro significado”, un significado crudo, cruel, de pura realidad. Un significado que se sale de ese simulacro donde lo verdadero y lo falso se confunde en una realidad que no se admite; mientras que en el fondo hay una relación de podredumbre: “En Miami una mujer visitó el stand durante dos días, esperando que yo fuera para agradecerme. Cuando le pregunté por qué, me dijo que estaba viviendo una situación emocional difícil con su pareja, y después de ver la obra, ésta le ayudó a entender que ella podía estar en control del lado de la imagen que quería estar, si en el reflejo o en la realidad”, explica Matiz, y de esta manera, para él: “la obra evoluciona como lo hacemos todos, nada es blanco o negro, todo se transforma y la obra se transforma en nosotros”.
Así lo atosigante de las relaciones es un reflejo de ese amor que alguna vez existió; y así otros mensajes como: Believe you can, se transforman en frases como Lie to yourself anyway; o bien You are a star, es el mero reflejo de You bastard. Y en estos cruces de realidades, “el que simula [una enfermedad] ¿está o no está enfermo contando con que ostenta ‘verdaderos síntomas’? –para Braudillard, una sola respuesta es clave– Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni como no-enfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la enfermedad inencontrable en lo sucesivo”.
Entre cámaras y realidades. Simulando en la vida
“El espejo es una herramienta para confrontarnos en un espacio emocional de tres dimensiones: lo que se lee, lo que se ve reflejado, y lo más importante, nuestra imagen en este contexto”, explica Camilo Matiz, director audiovisual, director de comerciales publicitarios y realizador de la película 1989, junto a Vincent Gallo, un artista multifacético que pasa la vida entre cámaras y realidades; entre juegos y simulaciones; en escenarios que sitúan al espectador frente a una proyección de lo que es su propia vida frente a la pantalla grande, frente al televisor y los comerciales, frente a la realidad del Here, Not Here, de sus obras.
Siendo todos elementos de lo mismo: la fotografía, el cine, la música, las artes plásticas, son para Matiz formas de expresión de distintas emociones, “son pinceles”, comenta. De esta forma los pinceles le sirven como: “medios con objetivos muy distintos, pero con patrones muy similares. Como unos vecinos que se quieren pero no lo admiten –señala el artista–. El arte es la esencia, la base, pero sin duda se complementan, ambas son formas para expresar mi creatividad en diferentes medios”.
Y esta necesidad de expresarse, de sentir, de mostrar y reflejar la complejidad de este mundo ficticio y real a la vez, tiene un origen en múltiples imágenes y memorias de sonidos y colores. En historias que reunía en la moto junto a su padre cuando era un niño, cuando sentía la noche, el viento, el ruido del motor bajo la música de Strauss, Rubén Blades o Coltrane, con el inquietante color del caribe y con mensajes cruciales. “Mi padre vivió en Cuba durante doce años, seis en el tiempo de Batista y seis en el tiempo de Castro, y siempre pensó que una revolución me llegaría como le llegó a él: a cambiarle la vida. Aunque no se quejó de sus experiencias, siempre quiso prepararnos: nos enseñó que sólo somos lo que sabemos; y mi madre, a estar más cerca de lo que sentimos. Así, sin querer, nos mostraron en el arte la herramienta absoluta”, completa el artista.
Esta herramienta absoluta es la que refleja en los espejos enmarcados, donde sus frases se convierten en realidades o simulaciones, o bien, en una verdad atrofiada que no somos capaces de ver, que no queremos sentir o todo lo contrario: simulaciones que queremos mostrar para vivir, revivir y sentir.