Chile | Artista Multidisciplinar | Aurora

Materializando el pasado

En la profundidad del color negro siempre hay una respuesta a las interrogantes que plantea la vida diaria. La muerte, el renacer y lo delicado son formas de representar que Aurora ha encontrado a través del bordado y la escultura.

Las luces en la penumbra rara vez se distinguen de la realidad. “El vacío que deja el silencio es una prolongación in-vaciable, no hay nada. Este nos conduce a la libertad, cuando alguien se declara partidario de nadie y amigo de sí mismo”. El tiempo es un suceso que actualmente olvidamos, se nos hace poco y que, antiguamente, se vaciaba en la complejidad de cada acción.

Trabajar con técnicas antiguas es lo que la invita a crear, a partir de la materialización de lo sublime y de un reencuentro con el pasado. Aurora crea con diversos hilos, delgados y tan finos que parecieran romperse a cada puntada; trabaja con espejos, vidrios y materiales tan complejos en su delicadeza que la invitan a profundizar en ellos durante meses. De esta forma, su estudio se centra en algo concreto, en la última pasión que le quita el sueño para sentir que está armando algo bien, de que está quedando, mejor de lo que ella misma imaginó. Pero el bordado y la escultura no lo es todo. Esta joven artista también ha incursionado en video arte y ha futuro pretende continuar con la búsqueda del pasado a través de una obra con ex libris (antiguo sello usado para marcar libros).

Sin luz no hay noche

Devoción y muerte se llamó la exposición que realizó en el subterráneo de la Galería Isabel Aninat. En ella trabajó la estrecha relación existente en la búsqueda eterna de la salvación del ser humano a través de sus ritos, devociones y fuertes creencias hacia un Dios. De este modo, la barca de Caronte pareciera ser un ícono a trabajar, el viejo barquero de la mitología griega, que traslada el alma desde La Tierra hacia la Isla, “hacia la salvación del alma en la muerte, entendiendo la muerte como el más grande misterio del entendimiento humano”, según reseña el texto de la exposición.

Así, en la galería, hubo una vez un ataúd de 1.70 x 50 cm. hecho de espejos tallados manualmente. En el interior, se veía un rostro; nuestro propio reflejo, en efecto ascensor, inmortalizándonos en la muerte. Una iluminación especial llenaba el resto del espacio, porque “la luz puede crear sombras en movimiento, y así la obra pareciera tener vida propia y una atmósfera particular”, señala Aurora. Pero, como característica de su obra –la cual ella encasilla dentro de la rama del arte sacro–, lo barroco, lo rococó, lo bizantino, no podía quedar lejos y la obnubilación de los sentidos debía estar completa, por lo que el arte sonoro llenaba aquel espacio con cuencos tibetanos, creando el ambiente en el que una mujer iría prácticamente todos los días –casi en un acto performático– a recordar a su fallecida hija. La actitud de recogimiento estaba lograda.

Fuera de la oscuridad, queda la historia

La obra de Aurora va más allá de las tétricas historias, en ella recupera el trabajo antiguo y descubre materiales que han pasado al olvido. “Me gusta trabajar esos materiales, el tallado, técnicas súper minuciosas, como todo esto que es la forma anti figurativa, de ornamentos”, explica. Es así como en estos cuadros va creando y recreando imágenes del rococó que busca en diversos sitios, que dibuja e interviene con nuevos patrones que serán decorados con los pocos colores que acostumbra a usar: blancos, negros, dorados y plateados, creando una obra minimalista dentro de lo confuso que era ese arte medieval.

El contenido, entonces, busca recordar estos ritos y el tiempo tan exclusivo que dedicaban antiguamente a crear cosas que hoy se hacen de manera mecánica. Porque detrás de cada tallado o puntada, detrás de cada espejo, luminosidad, audio o video, por ella creado, hay un retroceso en el tiempo: “mi trabajo sirve para detenerse a pensar en el minuto, en lo apurado que estamos viviendo, porque al ver mis obras te cuestionas la cantidad de tiempo que me demoré en hacer esto. Es como lo hacían antes, todo a mano, cuando la gente vivía mucho más calmada, dándose el tiempo para… Y eso también te lleva al tema de lo que vivimos ahora como sociedad: todo lo que es rápido, todo a máquina, todo China, eso influye mucho en el comportamiento social de las personas”, explica la artista, que dentro de lo mismo busca traer al presente y poner en valor “todo lo que es ritual, y dentro de esto también tomarse el tiempo para reflexionar”, explica.

Cada bordado creado por Aurora puede tomar una a dos semanas. El proceso está lejos de ser sencillo, pues partiendo de una inquietud, de su propia satisfacción por ver plasmado algo que le gusta mirar y crear, viene la investigación. Aprende, captura y retoma todo lo que se hizo, participa de talleres, de cursos, de diversas formas en las que puede plasmar lo que su vista adquiere. Luego viene la creación y en esta etapa busca referentes que distorsiona, volviendo a crear para –en el caso del bordado– dibujar su propia propuesta, elegir los colores, los hilos y bordar, lentamente, hasta ver su obra finalizada. Pero el proceso continúa, viene ahora la etapa del color de la tela, la pintura y el marco. Una serie de procesos que lleva más de un año realizando para montar una exposición y luego retomar un nuevo oficio que recupere y retome el pasado en la actualidad.

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